El PSOE no resucita. Susana Díaz tiró la toalla precisamente por eso, porque no vio futuro alguno, al menos al otro lado de Despeñaperros. Puestos a seguir cortando cupón, lo tenía más claro en el Partido Socialista del Sur que subiendo a los norteños escenarios del descalabro, allí donde las europeas y las encuesta indican porcentajes electorales por debajo del 25%. De Cataluña, mejor no hablar. El futuro secretario general tendrá que coger el timón en plena galerna. Los aparatchiks más expertos aconsejan dejar pasar esta jugada y esperar a que escampe. Pero... ¿cuándo ocurrirá tal cosa?

Ha llegado Podemos, el terror del sistema. De momento va como un tiro (favorecida/o por las críticas de los portavoces oficiales y oficiosos de la nomenclatura). Pero necesita una organización... de nuevo tipo, un modelo sin experimentar. Debe definir sus programas a escala local y territorial, encontrar candidatos adecuados para las elecciones que vienen, generar un imaginario que seduzca a millones de electores. También ha de relajar tensiones entre las tres tendencias que coexisten en su seno: la minoría de vocación radical y grupuscular, los sectores empeñados en hacer de la organización el eje de un futuro frente amplio progresista que incluya a IU y a los demás (en Aragón, CHA), y los padres intelectuales de la criatura, partidarios de acumular fuerzas, generar una dinámica diferente y dejar para luego el impulso unitario.

IU tira de experiencia y capacidad de adaptación. Ahora es esta coalición la que habla de primarias, amaga aproximaciones a Podemos, lidera la réplica republicana al relevo en el trono y se dispone a resolver sus diferencias internas (que también tienen miga) mediante una síntesis entre la tradición y la innovación. Ahí llega Alberto Garzón, un líder capaz de competir con Iglesias de tú a tú.

¿Qué sucederá? Vete a saber. Sí está clara una cosa: si ante las próximas citas con las urnas cuaja de alguna forma la convergencia electoral de las izquierdas y si ese cuajo resulta presentable, el PSOE lo pasará mal, muy mal. En caso contrario también sufrirá... pero muchísimo menos.