Cabe entender que el cálculo oficial de los saldos fiscales territorializados haya desconcertado a unos, encabronados a otros y dejado a no pocos sumidos en la duda y el escepticismo. Sí, porque calcular cuánto pone una comunidad autónoma y cuánto recibe no es fácil. ¿Cómo determinar si una infraestructura tiene interés local o general? La estación del AVE, la autovía o el aeropuerto... ¿Son inversiones que sólo benefician a quienes habitan a su vera, o más bien articulan a España en su conjunto? Les pongo el caso reciente de la línea de alta velocidad Madrid-Barcelona-Francia. A Aragón se le adjudicó el coste de la gran cantidad de kilómetros de vía que discurren por nuestro territorio; sin embargo aquí hay menos paradas que en Cataluña y menos uso. El impacto no es igual. Pero, ¿y Madrid?. No sé si a la capital del reino y a su región les imputan sólo la parte de las vías de comunicación radiales que discurren por su territorio. Pero lo cierto es que el kilómetro cero logra un gran valor añadido con esas infraestructuras que desbordan sus límites.

Complicada tarea, sobre todo cuando se aborda desde el egoísmo, la insolidaridad y la inconsecuencia. Los nacionalistas catalanes se aferran a lo suyo con la tenacidad de un pitbull que ha hecho presa, los nacionalistas hispanomadrileños o hispanovalencianos hacen lo propio. Sus respectivas escuadras mediáticas ponen el grito en el cielo ante la supuesta injusticia que expresan los correspondientes saldos fiscales negativos. Vascos y navarros se callan como muertos porque ellos juegan en otra liga. ¿Y por qué? Pues, miren, gracias sobre todo a la vocación carlista e insurrecta de ambos territorios y al apoyo que los requetés prestaron a Franco. Lo cierto es que aquí el que tiene pretende quedarse con todo lo suyo y, si puede, dar un bocado a lo de los demás. Lo mismo que hacen los ricos del mundo entero cuando se zafan de los impuestos. Nadie se acuerda, por cierto, de que durante años, y por razones de solidaridad, recibimos importantísimas cantidades de la UE. Parte de lo cual nos gastamos en estupendas cascaduras. Pero esa ya es otra historia.