Está por ver si las reformas laborales (sobre todo la que de manera ininterrumpida viene ejecutando el actual Gobierno) sirven para crear verdadero empleo. Pero en todo caso han servido para eliminar tal cantidad de derechos laborales, que encontrar trabajo hoy es una proeza ligada a la precariedad más absoluta. El contrato indefinido ya no existe, los horarios son pura ficción, el despido se ha vuelto gratuito y la cotización a la Seguridad Social llega a ser tan baja que apenas generará derecho a un futura pensión. La gente gana 600, 700 u 800 euros al mes (sueldo de copiloto en la compañía española cuyo avión capotó sobre Mali) y se da con un canto en los dientes. Actividades que nadie quería llevar a cabo empiezan a ser codiciadas. Agobiadas por la presión que supone estar en paro, muchas personas aceptan cualquier cosa. No saldrán de la pobreza, pero al menos se harán la ilusión de poder hacerlo algún día.

Si de eso se trataba, el objetivo está a punto de lograrse. La sociedad se fractura sin remedio y a los perdedores solo les quedan las salidas excepcionales: un golpe de suerte. Por ejemplo el de Vicky, la carnicera en paro que sirve hamburguesas (prefabricadas y preparadas por otros) en un chiringuito de Mallorca, pero ha ganado la segunda edición de Masterchef. Con el premio podrá montar su propio establecimiento y seguir aprendiendo alta cocina, algo para lo que, según parece, tiene una excepcional intuición. ¿Cuántos talentos como el suyo se malograrán en este atormentado país?

Rajoy está a un milímetro de adelantar las elecciones generales, sumarlas a las próximas autonómicas y municipales y tirarse un farol ante los españoles: si queréis mantener la esperanza en esta recuperación de cartón piedra, votáis derecha; si no, cuidadito con lo que pueda pasar. Con el PSOE atascadísimo, la izquierda reinventándose y la posibilidad de marcarse algún que otro pucherazo legal (como en Castilla La Mancha), el PP aleja sus aprensiones y se siente optimista.

La crisis se ha acabado, dicen. Era muy sencillo: bastaba con asumir la nueva realidad... y resignarse.