Mientras acababa de leer el último libro de Roberto Saviano (Cero, cero, cero, Anagrama), saltó la noticia de que habían sido intervenidos en el pañol de velas del Juan Sebastián Elcano 127 kilos de cocaína, traída por algunos marineros desde Colombia. Puesto que mi colega napolitano dedica su ensayo-reportaje-relato a retratar de cuerpo entero el poder de la farlopa, el hecho de que el buque escuela de la Armada se hubiera convertido en un transporte más de tan famosa y mitificada droga ilegal venía a darle la razón. ¡Y de qué modo!

Saviano cuenta sus historias amontonando nombres propios, peripecias, datos y soliloquios a una velocidad vertiginosa, de forma que algunos lectores acaban medio mareados. Pero su estilo, expresionista y muy directo, y su esclarecida mirada de periodista atrapan a quienes quieren saber qué demonios ocurre de verdad en el mundo. Por eso, del libro que comento lo más interesante no es el viaje a través de cárteles y mafias, colombianos y mexicanos, sicilianos y calabreses... No, lo sustancioso de verdad llega con el análisis de las relaciones entre crimen organizado y economía global. Esa es la madre del cordero: el dinero sucio obtenido con los tres tráficos malditos (drogas, armas y seres humanos) lleva decenios mezclándose en los circuitos financieros con el dinero no menos sucio que grandes empresarios, ejecutivos y brookers extraen de las cajas B o distraen a sus propias compañías o roban directamente sin andarse con chiquitas. En los paraísos fiscales y en la banca internacional, delincuentes pregonados y delincuentes disfrazados se asocian, intercambian conocimientos y preparan nuevos negocios conjuntos. La perica es vista objetivamente como un producto maravilloso capaz de generar más valor añadido que cualquier otro negocio. El narcotráfico (y su acojonante cash flow) es fundamental para inyectar liquidez en el sistema. La nueva narcoburguesía, y en especial sus mejores analistas y logistas, no parece muy distinta de la que actúa en el sector petrolífero o en el comercio de materias primas como el coltán.

Ya saben: es lo que hay.