Una cosa curiosa que está ocurriendo ahora con el Sistema es que sus principales gestores se han enrocado y no quieren cambiar ni una coma del guión (salvo en aquello que les permita amarrar mejor el poder y la pasta). Ni una. Por eso Cándido Méndez sigue siendo secretario general de UGT pese a la que está cayendo en Andalucía, Pedro Sánchez defiende impertérrito a Chávez y a Griñán, Pujol se querella contra la banca andorrana por revelación de secretos, Rajoy o Cospedal sacan pecho con su caja B, sus sobresueldos y sus cientos de cargos públicos imputados desde Galicia a Valencia pasando por la Villa y Corte y Arturo Fernández se mantiene al frente de la patronal madrileña. Cuando todos ellos hablan de regeneración se refieren al destilado puro de lo mismo que hay. Sin renuncias, sin autocríticas, sin depuraciones, sin vergüenza. El fenómeno Podemos les inquieta. Pero imaginan que acabará disipándose cual tormenta de verano, que caerá en manos de los izquierdistas más grupusculares e indocumentados, que dará miedo al votante tipo, que podrá ser combatido desde los aparatos oficiales y oficiosos. ¿Por qué, pues, habrían de meterse en reinvenciones y refundaciones? Leña al mono hasta que cante flamenco.

Si la Transición marcó un jalón muy positivo en la Historia de España (aunque luego no se produjera la evolución razonable que muchos esperábamos) fue porque entonces el Sistema, el que había puesto en pie la Dictadura, aceptó por fin que debía cambiar, aunque sólo fuese para que en lo esencial nada cambiase. Los franquistas se hicieron demócratas, los demócratas salieron a la luz, la democracia formal se instauró definitivamente y entre el 75 y el 78 las transformaciones fueron en verdad espectaculares. Otro guión, otro país.

Pero actualmente, con aquel proceso completamente fosilizado, estamos en un callejón sin salida. Hace falta otra transición (o como quieran llamarlo). Pero los jefes (de la economía, de la política, de casi todo) no están por la labor. Se aferran a sus intereses particulares y no ceden ni un milímetro (ni un euro). Craso error.