Lo más perturbador de estos tiempos postmodernos y supuestamente posthistóricos no es la barbarie, la rapiña y la injusticia. Sino el hecho de que los responsables de tales maldiciones ya no se molesten en disimular ni en disfrazarse. Así que sus adeptos deben deglutir argumentarios tan burdos como inmasticables. Por eso nos desayunamos cada día (de Oriente a Occidente) con opiniones, tuits, libros y mensajes tan demenciales que uno no sabe si son fruto de brotes psicóticos o de accesos de extrema estupidez.

Y ahora... ¿qué dicen los del "no a la guerra"?, preguntan algunos en los foros, imputando los asesinatos del Estado Islámico (EI) al pacifismo de quienes nos opusimos con criterio a la invasión de Irak. ¡Por favor!: es obvio que fue precisamente esa sangrienta invasión, y la desestabilización de Siria, el inmejorable caldo de cultivo para la última y más delirante versión del yihadismo. Pero... ¡házselo ver a cierta gente!

Así que si alzas tu voz contra los bombardeos de Israel en Gaza, te acusan de ser un agente de Hamas. Si adviertes de que el militarismo norteamericano (jaleado por las pseudopotencias europeas) está provocando un desastre tras otro, dicen que te has vendido al islamismo radical. Si haces notar los equívocos y mentiras que jalonan la inconcebible guerra en Ucrania (y objetos de un memorándum enviado a Merkel por veteranos analistas de la inteligencia USA), te señalan como partidario de Putin. El otro día, leí un ¿artículo? escrito por un conocido troll de extrema derecha en un diario español de gran circulación. Afirmaba que las izquierdas ni se habían canteado ante la muerte de los periodistas degollados por el EI... ¡porque eran estadounidenses! Y agregaba: ¡Ah, si le llegan a hacer eso mismo a Maruja Torres, la que habrían armado! A estos niveles de miseria hemos llegado.

Paso de reiterar mi repulsa al yihadismo, a Putin, a El Assad, a los Castro, a Maduro, al pajarito y al actual emperador de la dinastía norcoreana. Pero conste que no me dan más miedo que los otros, los de Washington, Bruselas o Berlín. Descarados canallas y falsarios, al fin y al cabo.