Ducha fría. Ya saben que las instituciones europeas han rectificado: ahora consideran aceptables las ventajas tributarias otorgadas por el Gobierno español a las compañías del Ibex que compraron empresas extranjeras para apoyar su expansión internacional. De hecho, tal expansión ha acabado siendo financiada por los contribuyentes que contribuyen, pues las sociedades beneficiadas han visto reducidos sus impuestos a nada merced a los llamados créditos fiscales, y el agujero resultante (de miles de millones, ojo) corre por cuenta de los paganos comunes. Los técnicos de Hacienda distinguen entre elusión (librarse de pagar gracias mecanismos legales de desgravación) y fraude (engañar al fisco ocultando ingresos y/o patrimonio). En la práctica ambas cosas llegan a ser tan similares que parecen una sola. En España, por ejemplo, el impuesto de sociedades es del 30% para las grandes empresas y del 25% para las pymes. Pero, en la realidad, lo pagado no supera el 10% porque la ley trae bajo el brazo su propia trampa.

La UE solía vigilar estas cosas, como cuando rechazó las vacaciones fiscales vascas. Pero ahora... Juncker, el presidente de la renovada Comisión que supuestamente gobierna Europa, acaba de ser pillado en un cambalache fiscal de mil pares de narices con trescientas y pico multinacionales, a las que dejó aliviadas de impuestos siendo él primer ministro y ministro de Finanzas de Luxemburgo. La noticia se conoció la semana pasada y en teoría debía haber provocado un terremoto en Bruselas. Pero no pasó casi nada. Con conservadores y socialdemócratas (salvo los españoles, conste en acta) apoyando un Gabinete que incluye a políticos más que dudosos (Cañete, uno de ellos), la Unión es lo que es: una estructura pseudopolítica al servicio del capital financiero y de las grandes corporaciones.

El fraude legal está a la orden del día. Muchos analistas pusieron a caldo a Pedro Sánchez por negarle el voto del PSOE a Juncker. Argumentaron que Luxemburgo (con sus tropecientos bancos, sus soparfis y su elegante opacidad) no es un paraíso fiscal... Ay, colegas, ¡qué tragaderas tenemos!