Las medidas que toma el Gobierno para combatir la corrupción son de un peculiar relativismo. Al margen de aquellas que (como la mayoría de las anunciadas en Aragón por la presidenta Rudi) nada tienen que ver con el tema, otras, las que sí parecen ir al meollo de la cuestión, resultan un tanto confusas. Es fácil deducir, por ejemplo, que poner límite a los periodos de instrucción acortará la insoportable duración de las investigaciones sumariales. Pero, claro, eso será si los casos más enrevesados son encomendados a equipos policiales y judiciales con medios suficientes para hincarles el diente bien y rápido. Si no, la brevedad puede acabar siendo un impedimento para llegar al fondo de las cosas. Esta y otras reformas de los procedimientos no acaban de quedar clara. Y la más confusa de todas es la que permitirá a Interior disponer escuchas telefónicas sin necesidad de autorización judicial previa (solo se comunicaría la intervención 24 horas después de iniciada). Curioso... ¿No pusimos el grito en cielo porque Garzón (que sí era juez) quiso enterarse de lo que hablaban los imputados de la Gürtel?

Para acabar con la corrupción no solo hacen falta leyes (aunque también), sino la voluntad de aplicarlas y la convicción de que el país no puede seguir así. Si los que podríamos denominar círculos del poder no están imbuidos de un radical espíritu regeneracionista, continuarán las trampas y, en buena medida, la impunidad. Cómo andan hoy dichos círculos lo describe a la perfección el caso del pequeño Nicolás, cuyas andanzas hubiesen sido absolutamente imposibles en un ambiente más diáfano y razonable. Es lo mismo que pasa, y permítanme el regate sobre la marcha, con la violencia asociada al fútbol profesional. Si no existe (en todos los niveles) la voluntad de respetar el juego limpio, los duelos, los minutos de silencio y las medidas en caliente son puro teatro. Donde se defrauda, se compran partidos, se finge, se insulta, se apela al forofismo más imbécil y se subliman las frustraciones de la masa cualquier cosa es posible. Por muchas alharacas que se hagan. Y como esto... lo otro.