A lo largo del fin de semana (un periodo intrínsecamente navideño, como de dulce calma chicha), los analistas le sacaron toda la punta y el brillo que pudieron al discurso del Rey. Pero muy pocos de ellos recordaron que Su Majestad dice lo que dice (cuando dice algo) tras negociar o consensuar el correspondiente discurso con el Gobierno. Por eso, a la postre, Felipe VI leyó cosas muy parecidas a las que el propio Rajoy nos espetó el pasado viernes: esto va entonándose, el futuro será mejor, hay que acabar con la corrupción y la ilusión es la clave. Con ilusión superaremos la crisis, la desconfianza, el temor y esa mala leche que emerge una y otra vez desde lo más profundo de nuestro subconsciente de ciudadanos estafados.

Es por no chafarnos la ilusión que Su Majestad y Su Excelencia condenan la corrupción en general, como si no fuera con ellos; y por supuesto no osan mentar los casos que les tocan de cerca. Por idéntico motivo, convierten la supuesta recuperación económica (¡y el despegue!) en un artículo de fe, pues hemos de creer en ella sin verla ni olerla (como creemos en las triunfales previsiones de crecimiento del PIB mientras nuestros ingresos no dejan de caer). La ilusión, queridas y queridos míos, no es un efecto de la razón y la lógica, sino un estado de ánimo. Yo encontré el otro día una pajarita (de seda negra, elegantísima) de cuando las vacas gordas, y a lo mejor me la pongo en la fiesta de Nochevieja. O no, porque además de los reparos que mi acompañante pueda poner a semejante pijotada, me temo que no alcanzo el suficiente nivel de ilusión en sangre para fingir que esto es Hollywood.

En fin, un lujo sí me voy a dar: me piro unos días de vacaciones. Con el fin de año he llegado al habitual grado de saturación que impone la escritura diaria. Es el momento adecuado para hacer un paréntesis y darse un reparador garbeo por ese mundo de Dios y de los mercados.

Eso, mira, me hace ilusión. Y ustedes pásenlo bien, carguen las pilas, dispónganse a recibir un año que promete (emociones, no dinero)... Pero, por favor, no me sean ilusos.