El día 4, una procesión-manifestación colapsó el centro de El Cairo antes de disolverse frente a la mezquita de Al Hussein, a la entrada del Gran Bazar. Conmemoraba el nacimiento de Mahoma. Todo parecía normal. Una orquesta y un cantante animaban la fresca noche con melodías piadosas. Los hermanos musulmanes paseaban sus barbas. Yo estaba allí y me mezclé con la gente, sin que mi obvio aspecto de infiel motivara reacción alguna. Sin embargo, mis amigos consideraron luego que semejante excursión había sido una absurda temeridad. El peligro acecha en cualquier sitio, les repliqué. Poco después asesinaban a los colegas de Charlie Hebdo en pleno París. Prueba evidente de que en este mundo absolutamente global nadie está a salvo. Aunque, claro, Francia sigue siendo un lugar infinitamente más seguro que Siria, Irak o Nigeria.

Estos días se dicen y escriben muchas cosas. Leo que el islamismo wahabí quiere acabar con la democracia occidental, que estamos en guerra, que Francia ha movilizado 10.000 soldados, que la amenaza es equiparable a la que supuso el nazismo... Surgen argumentos contrapuestos en un debate que, sin ser nuevo (empezó tras el 11-S), no deja de enmarañarse.

Pero... Los crímenes de París fueron llevados a cabo por solo tres hombres. Ningún ejército viene sobre nosotros para arrebatarnos la libertad. Al terrorismo yihadista hay que combatirlo y prevenirlo mediante respuestas policiales no militares. Desastrosas acciones bélicas como la invasión de Irak y Afganistán o la desestabilización de Libia y Siria han creado el mejor caldo de cultivo para Al Qaeda y el Califato. ¿Y quién ha financiado y respaldado a tales organizaciones sino la monarquía saudí y los emiratos, supuestos aliados de Occidente? Más aún: ningún gobierno europeo ha puesto coto a la difusión en nuestros países del integrismo wahabí (doctrina made in Arabia), impulsada a golpe de talonario por los amos del petrodólar. La yihad aspira a sojuzgar a los propios musulmanes. Y en Francia el peor enemigo de la libertad no es hoy el islamismo violento... sino el fascistoide Frente Nacional de Le Pen. Quede claro.