Seguimos gritando que somos Charlie, pero algunos advierten que no lo son exactamente o no lo tienen claro. Otras voces nos exigen identificarnos asimismo con los policías asesinados por los yihadistas franceses. Y ayer leí un artículo que lamentaba el escaso éxito del je suis juif français; como si los cuatro hebreos asesinados en el supermercado kosher --venía a decir el autor-- fuesen víctimas de segunda... Todo lo cual resulta congruente con la naturaleza compleja y retorcida del problema que tenemos entre manos. Mientras, en El Cairo, los dirigentes religiosos sunníes seguían condenando cualquier caricatura de Mahoma y los ayatolahs chiíes, lo mismo.

La libertad de expresión no puede tener más límites que la mentira flagrante, la incitación directa a la violencia y algunos dogmas democráticos comunmente aceptados (por ejemplo, el que prohíbe la negación del Holocausto). Nada hay sagrado ni intocable. Puede que algunas opiniones, caricaturas o sátiras no nos gusten. Pero en tal caso basta con ignorarlas. A mí, por ejemplo, no me hace gracia esa supuesta broma difundida por La Tuerka, en la que un tipo encapuchado representa la desmovilización del PP; sin embargo, niego que tal escenificación sea delito. Por esa regla de tres, acabaríamos procesando a los oregoneses del Comando Almogávar.

Sí me pongo en el pellejo de los policías que mueren cumpliendo con su deber de proteger al pueblo. Sin problemas. Doy por sentado que los terroristas deben ser objeto tanto de una represión sujeta a Derecho, como de contramedidas políticas destinadas a dejarles sin espacio social. Pero abomino de la nefasta y destructiva estrategia que han seguido Estados Unidos y sus aliados en la lucha contra el yihadismo. Ha sido sucia, delictiva, interesada... y manifiestamente ineficaz.

Y soy judío francés, o cualquier tipo de judío (o cristiano o yazidí) objeto de persecución. Lo cual nada tiene que ver con la consideración que me merece Netanyahu, el jefe del gobierno de Israel, a quien tengo por evidente criminal de guerra. Repugnaba verlo en la manifestación de París.

El ser está lleno de matices.