La permanente campaña electoral que soporta el país, siempre con los mismos protagonistas --los políticos--, pero con nula participación de los electores, comienza a crisparse entre los primeros, como ya sucedió en diciembre, cuando la primera vuelta, y a desvanecerse entre los segundos.

Por un lado --el de la izquierda--, PSOE y Podemos andan a una zarpa la greña de la que, por ahora, se zafa Izquierda Unida. En parte porque su líder, Alberto Garzón, es hombre moderado, aunque demasiado humilde y palomo para los halcones comunistas, y, en parte también, porque IU no ignora que, antes o después, Unidos Podemos, si pretende gobernar, habrá de entenderse con los de Pedro Sánchez (que podrían pasar a ser los de Susana Díaz si los socialistas no remontan el 26--J).

En medio de la floresta verbal de esta campaña/basura de descalificaciones individuales y colectivas, el personal de a pie comienza a refugiarse en lo suyo, su isla, las cosas que de verdad importan, dejando cada vez un poco más por imposibles a estos dirigentes, viejos o jóvenes, veteranos o recién llegados, pero igualmente empecinados en mantener u obtener el poder para pilotar la nación hacia no se sabe o nadie sabe muy bien dónde, pero con un estilo bronco, ácido, excluyente, cabreado y cabreante.

Esta creciente indiferencia de la ciudadanía, que no hace mucho, relacionándola con la corrupción del dinero, llamaban algunos desafección, y que ahora, limitándola a la degeneración del lenguaje, denominaríamos aburrimiento, circularidad, reiteración, rutina o hastío, puede ser, me temo, una de las protagonistas, y no precisamente estelares, de la próxima jornada electoral.

La ausencia, no tanto de votos, sino, lo que resultaría mucho más grave, de ilusión, afectará no sólo al cómputo electoral, sino también al funcionamiento de instituciones estatales que, como ha sucedido con las municipales y autonómicas, dependerán de los pactos entre los partidos, de su capacidad de armonizar programas, equipos, intereses... Ejemplo que no está cundiendo en Cataluña o en Aragón, donde los pactos de mayo 2015 (alcaldías de Barcelona y Zaragoza, DGA) llegan debilitados a mayo del 16.

¿Y cómo recuperar la ilusión por construir un país nuevo? Quizá, simplemente, entendiendo por qué se ha perdido...