Este curso se inicia en Aragón con una suma de incidencias que convierten la vuelta a clase en una especie de gymkana demencial donde se ven atrapados padres, profesores y alumnos. Hay que iniciar la aplicación de la LOMCE, conseguir los nuevos textos, organizar los claustros con la siempre caótica llegada de los interinos (que en cada ciclo son contratados, despedidos y vueltos a contratar en medio de tensiones y polémicas). Hay que acabar obras en algunos centros, adjudicar las becas de comedor (cuyas solicitudes crecen en proporción directa al empobrecimiento de amplios sectores de la población), controlar la correcta adjudicación de las plazas, asegurar que cada colegio está en condiciones de iniciar su actividad... Así, bajo la impávida mirada de la consejera Dolores Serrat, todo se complica un poco o un mucho más que el año anterior. La enseñanza pública ha abandonado ¿definitivamente? la normalidad o al menos la lógica rutinaria que reinó con anterioridad. Eso sí, la Administración está encantada. O eso dice.

La nueva Ley que regula la educación en toda España llega ya a las aulas aragonesas. Su aterrizaje ha sido un tanto atropellado: los libros de texto aún no estaban listos, los profesores no han tenido tiempo de familiarizarse con ellos y con los nuevos currículos, y la reorganización de cursos, asignaturas y métodos de evaluación ha creado una situación cuasi caótica en los centros.

Lo peor de todo esto es que las novedades, el desconcierto y la tendencia a la reducción de plantillas e inversiones está sumiendo a los docentes en el desconcierto y la desmoralización. Justo cuando la motivación y la claridad son más necesarias que nunca.

El problema de partida (con LOMCE o sin ella) es que tanto el actual Gobierno de España como el de Aragón no han sido capaces en ningún momento de entender la importancia de priorizar la enseñanza pública en estos tiempos de duros ajustes. La educación obligatoria, universal y gratuita ha sido y es un factor fundamental para mantener unos mínimos estándares de igualdad social. Por eso, servicios anexos como el acceso a libros y material o los comedores escolares son tan importantes.

España y Aragón necesitan revolucionar el mecanismo que empieza en la escuela y acaba en el I+D+i, el mecanismo del conocimiento. Pero no es eso lo que está ocurriendo.