Hoy hubiera cumplido José Antonio ochenta años. Los mismos que sus amigos Emilio Gastón, Ángela Abós, Paco Uriz y unos cuantos más, que encabezan el callado llanto de cuantos, como si no hubieran pasado cuatro años y medio desde su muerte, recordamos y añoramos profundamente al gran aragonés, al compañero y guía.

Era, ahora se usa mucho esa expresión un tanto rara, una figura poliédrica en nuestra cultura. Porque, profesor excelente de adolescentes enganchados a la vida por él, escritor crítico y reflexivo (poeta, narrador, columnista, entrevistador), alma desde su fundación hasta su cierre de la revista Andalán, hubo tres asuntos en los que destacó sobre todos.

El primero y quizá profesionalmente principal, la canción. Cantautor, como entonces se acuñó esa tarea compleja, miembro de una generación irrepetible, llevó música a sus poemas, y escribió muchos más para esa canción melódica, crítica, con la que recorrió escenarios de toda España, y Europa. Del Rosa, rosae a La vieja, de Caminaremos a Somos, de Quién te cerrará los ojos al poderoso, emocionante, Canto a la Libertad. Cuánto hemos cantado esas letras bellísimas, tristes casi siempre, de evocación y protesta por tanto abandono en la tierra interior, ese mundo rural en el que sólo iban quedando los viejos y los barrancos.

El segundo, que le hizo popularísimo en toda España, lo constituyeron sus series de España en la mochila. Un formato sencillo, clásico, repetido en docenas de comarcas de las más desconocidas, retiradas, pobres casi siempre. Un trabajo concienzudo, que él explicaba en tres meses por capítulo: elegir escenarios, preparar el rodaje, rodar. Con muchas anécdotas magníficas. Valorando la vida sencilla, el trabajo artesano o campesino, la conversación directa y franca con tantos personajes, del discreto párroco al buhonero, del mesonero al viajante de comercio. He sido testigo en viajes lejanos, de cuántos españoles de toda procedencia, le reconocían por esos documentales vivos y abordaban con devoción y simpatía.

El tercero, quizá el más impactante y sorprendente, fue su participación en política. No era lo mismo saltar al otro lado de la barrera y ofrecer cambios y escuchar quejas. Pero supo estar, un tiempo en nuestras Cortes, y mucho en el Congreso. Allí, al pertenecer al grupo mixto, hubo de trabajar de lo lindo, estudiando todos los proyectos y documentos que se fueran a debatir y votar. Se relacionó con políticos de todo signo, en la mayoría de los casos con estupendo trato. Solo, ante un acoso despiadado de un grupo del PP, insultante, impidiéndole hablar con sus griteríos, acabó mandándoles "¡a la mierda!". Hubo quien hizo remilgos por ello, pero la inmensa mayoría lo celebró. Él comentaba, simplemente: la televisión no daba ruido ambiente, que era atronador e inaguantable, ¿qué puedes hacer en una situación así?

Fue muy querido por miles de personas. Muchas le conocían, le habían acompañado en mil aventuras por todo el mapa de Aragón y más, habían coreado sus letras; pero otras, se asombraban al saludarle, porque siempre reaccionaba igual, cercano, sencillo, como si se conocieran de toda la vida. Le quisieron sus alumnos, la mayoría de sus compañeros políticos, sus tantos amigos de toda la vida o recién llegados, lo de menos era su voto o su ideario, porque esas cosas son así, pero creo que no ha habido nadie tan querido en el largo siglo XX aragonés, como José Antonio Labordeta. Ya, ya sé: el fervor por Costa, el respeto por Cajal, la admiración por Buñuel. Por eso he dicho querido. El que más. Y sigue emocionándonos su recuerdo, escuchar su voz en viejas o nuevas grabaciones, o en gargantas de jóvenes seguidores.

Dentro de unos días, gracias a las justas ayudas oficiales y privadas y a un enorme esfuerzo encabezado por Juana de Grandes, su viuda, y sus tres hijas, la ciudadanía podrá fijar mejor esos recuerdos, viendo los locales habilitados como sede de la fundación creada en su memoria, entrando en todos los entresijos de su página web, evocando en fotos y canciones la enorme fuerza de ese "hombre sin más" que él quiso ser, por encima de todo. Y lo consiguió plenamente.

Catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza