Todavía tienen una semana para hacer de las suyas, pero si no pasan a la acción en lo que queda de año tampoco pasa nada. Bastante han demostrado ya. Me refiero a esos ciudadanos anónimos que a lo largo del 2014 han tirado de ingenio para protestar por aquello que consideran injusto. Y lo han hecho de forma magistral. Día sí, día también. A pequeña escala, pero dando un necesario golpe encima de la mesa para decir "aquí estoy yo" ante tanta indiferencia. Algunos de esos rostros anónimos son los protagonistas de No estamos solos, el último libro de El Gran Wyoming. Y entre esas historias, hay una especial. El movimiento revelación de las protestas sociales de esta crisis: Flo6x8. Los voluntarios que lo integran han logrado algo increíble estos meses: que su mensaje llegue a las élites políticas y económicas a golpe de bulería. Con mucha sutileza, con un tacto infinito, irrumpen en algunas sucursales bancarias para protestar por las cláusulas abusivas de los bancos y, evidentemente, por los desahucios. Entran cantando, con sus trajes flamencos y con la mejor de las sonrisas. Sin gritos. Sin insultos. Sin violencia. Su única arma es la voz. Una elegantísima forma de protestar que llevaron también el 26 de junio al Parlamento andaluz. Dos cantaoras y un cantaor demostraron a sus señorías que si no quieren escuchar la voz de la ciudadanía, esta va a por ellos en forma de cante.

Rostros incombustibles como el de Martín Sagrera, el pancartero yayoflauta. Un pensionista incondicional de las manifestaciones contra cualquier tijeretazo al Estado del bienestar. Lo suyo es de documental. Fabrica en su casa todo tipo de pancartas. Tiene un pequeño taller para pintarlas y las pasea por el corazón de las marchas para que los de arriba abran bien los ojos. Son dos ejemplos, pero hay miles de personas que este año han decidido pasar de la indignación a la acción para darle una vuelta a la situación. Seguro que en su pueblo, ciudad, barrio o bloque hay muchos antídotos como estos contra el pesimismo.

Esos movimientos sociales han crecido al mismo ritmo que la solidaridad. El Banco de Alimentos de Aragón ha multiplicado por cinco la atención a personas necesitadas desde el año 2010. Y para paliar un poco esa situación, los aragoneses hemos respondido como nunca con 500.000 kilos de alimentos. Es un parche, porque esas familias necesitan ayuda todo el año, pero adonde no llega la Administración, ahí están siempre los ciudadanos. El hambre en España es difícil de ver, porque los que no tienen casi nada para llevarse a la boca lo esconden por vergüenza. Pero existe, ahí están los datos de los distintos Bancos de Alimentos y también los de organizaciones como Cáritas o Cruz Roja. Esos ciudadanos también son invisibles. Pero gracias a los otros rostros anónimos son mucho más visibles. Periodista