E l estado de la política aragonesa en este inquietante inicio del 2017 vendría a ser el siguiente. El presidente Javier Lambán quiere (necesita) pactar a toda costa unas cuentas de la DGA con Podemos mientras Pablo Echenique quiere (necesita) dinamitar puentes con los socialistas para sobrevivir hasta que sus santones escriban un nuevo testamento en Vistalegre II. El primero apela a un pacto de izquierdas «para implementar políticas progresistas» tras una larga etapa de recortes, ajustes y sacrificios y el segundo duda directamente de que el PSOE sea un partido de izquierdas y evoca la investidura como un mal recuerdo. A un lado de esta escena, el resto de los partidos vegeta, aguardando que los aliados por un día (para sustituir a la popular Luisa Fernanda Rudi en el Pignatelli o para ocupar la poltrona de La Aljafería), se despedacen. Salvo CHA que va a lo suyo, aprovechando las oportunidades que le ofrece su presencia en el Gobierno, ni PP, ni PAR ni Ciudadanos están interesados en molestar a los titanes en su pelea. Y en medio de ese bucle, quienes simplemente ansían un Aragón mejor desde su autogobierno, con nuevas inversiones, novedades en los servicios públicos y más apoyo a los desfavorecidos, progresos posibles solo si hay presupuestos, siguen anonadados el espectáculo.

Para entender lo que está ocurriendo, que no es tan nuevo como algunos creen, acudo al pensamiento de quienes dedicaron años a escrutar y analizar a la izquierda española del siglo XX. En su ensayo El Mito de la Izquierda. Las izquierdas y la derecha (Ediciones B, 2003) el profesor Gustavo Bueno constata con meridiana claridad el antagonismo entre ambas ideologías no solo por sus diferentes planteamientos políticos, sino por la univocidad de las derechas frente a las izquierdas. «Se puede hablar de la derecha -argumenta el filósofo fallecido el año pasado-- pero no de la izquierda. Las izquierdas son muy diversas y están en conflicto, a veces a muerte, entre sí. No cabe hablar de una unidad de fondo entre las izquierdas ni reconocer ningún sentido a aquellos que afirman ser de izquierdas de toda la vida». Y clasifica las izquierdas en diferentes corrientes o tendencias, definidas (radical, libertaria, socialdemócrata, comunista, asiática) o indefinidas (extravagante, fundamentalista, divagante…).

Con la lectura del libro de Bueno contrasto algo que hacía tiempo buscaba: una definición más o menos exacta para la izquierda que dicen representar en Podemos. La que más se ajusta es la de izquierda divagante. Porque divagar es lo que viene haciendo la formación morada, al menos en Aragón, desde que en julio del 2015 apoyó la investidura de un presidente socialista, separándose desde entonces de su objetivo inicial que no era otro que apear al PP de la presidencia de la DGA,.

Un objetivo del que parece hoy desvinculado y al que apenas se acercó de nuevo cuando en verano pasado hubo de ser sustituido el socialista oscense Antonio Cosculluela como presidente del Parlamento autonómico. Podemos vio la oportunidad de cooptar esa vacante de poder y pidió al PSOE apoyo a su candidata Violeta Barba. Solo unas semanas después, en noviembre, Echenique olvidó el cambio de cromos con Lambán e impuso un documento que habría de guiar la acción de Podemos Aragón (Lurte, una avalancha social y democrática para construir el Aragón del futuro), distanciándose definitivamente con afirmaciones tan tajantes como ésta: «Hoy, tras la investidura de Mariano Rajoy con la complicidad del PSOE, nuestro compromiso con el Gobierno Lambán prescribe. Hoy no tenemos más compromiso que con nuestro pueblo y Podemos Aragón debe prepararse para este cambio».

Aprobar este memorando supuso una profunda irresponsabilidad para una organización política divagante, que vino a cambiar cosas pero que hoy parece a años luz de su objetivo, con un líder regional, Pablo Echenique más afanado en salvar su estatus en Podemos Madrid que en cualquier otra meta. Cuando Javier Lambán ignora esta realidad y retiene el envío de los presupuestos a las Cortes, ante el riesgo de que sean aprobados con apoyo del PP, Ciudadanos o el PAR, como desearía Echenique, hace un simple ejercicio de escapismo. Ambos líderes se reunieron el jueves en el Pignatelli bajo un retrato de Ramón y Cajal. A él aludió Lambán en su toma de posesión, pidiendo a los grupos trabajo y dedicación, rememorando una frase en la que el premio Nobel aseguraba que «solo merecían la gloria los hombres que embellecen, mejoran y esclarecen algo el mundo que habitamos». ¿Realmente cree Lambán que será acreedor de esa gloria, entendida como reconocimiento cívico y moral a los servicios prestados, si sigue meciéndose en brazos de una izquierda divagante que tan bien representan hoy en Aragón Podemos y Echenique?

* Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN