En mi anterior artículo (El PSOE tiene problemas) señalaba alguna cuestión que me parece aprovechable en estos momentos. Instaba a que el PSOE se alejase de la imagen de partido conservador que tenía, que funcionase con nuevos liderazgos e ideas originales y pasara a ser percibido como fuerza transformadora y de futuro. Solo así estará en condiciones de elaborar un proyecto contemporáneo de país, el de la globalización y digitalización, sin abandonar los problemas cotidianos de la gente, especialmente el trabajo, por tratarse del elemento que realmente dignifica y posibilita un proyecto de vida al ser humano.

Sin embargo, parece que toda la energía se va en el blindaje del nuevo secretario general y en la desaparición de toda estructura intermedia entre la cúspide y la militancia de base. Personalmente pienso que hay mucha demagogia en esta nueva ola de primarias y preguntas a las bases sobre la última ocurrencia de coyuntura. Los partidos políticos son organizaciones que deben aspirar a ser duraderas en el tiempo y con un fuerte anclaje estructural, no eterno sino renovado cada cierto tiempo. El cambio de líderes y candidatos debe estar siempre determinado por los distintos tiempos y problemáticas, a los que deben responder las ideas y proyectos que en el seno del partido se elaboren. La energía debe usarse en los proyectos y no en los reglamentos, meros instrumentos de segundo o tercer nivel. Los reglamentos se convierten en fundamentales cuando no hay ni ideas ni proyectos, y el objetivo es mandar por mandar. No creo que cuando alguien piensa en el Estado de bienestar crea que su logro se debió a la fortaleza reglamentista interna de los partidos socialdemócratas.

Pero el mal de la izquierda no es exclusivo del PSOE. Parece ser que Podemos está condenado a ser flor de un día. Su virginidad política, unida al cansancio social del ciudadano hacia los viejos partidos, produjo un estallido juvenil comandado por una neodirigente clase universitaria que, ebrios de un peligroso «adanismo» iban a triunfar «porque sí», porque eran los más listos de la clase. Ni se molestaron en aplicar elementales análisis marxistas a la compleja realidad en que nació. El 15-M no es una fórmula ni un programa ni un proyecto. El 15-M es un estallido que, como el Big Bang, (Gran Explosión) puede dar origen a un proceso largo y tedioso que podría encauzar la solución a los problemas sociales. Pero hace falta una fuerte organización, muchísimo trabajo y mucha generosidad. Y, sobre todo, ser conscientes de que un partido político es un mero instrumento en la organización de la convivencia social.

Por el contrario, parece que a la derecha le sientan mejor los aires de crisis. El PP aguanta, mal que bien, y Ciudadanos sube como la espuma, desde su virginidad política y sus simplísimas recetas a complejos problemas. ¿Le sucederá a Ciudadanos lo mismo que a Podemos? Lo veremos.

El adanismo no es exclusivo de Podemos, sino que se extiende a gran parte de los políticos actuales. Algunos piensan que hasta que ellos no llegaron no se habían hecho bien las cosas. «ayuntamientos del cambio» se autodenominan unos, «nuevo PSOE», otros. En vez de aprovechar el fuego que otros inventaron, prefieren volver a inventar el fuego aunque se quemen las manos. ¡Qué manía con inventar! Cuándo nos enteraremos que el hombre no crea sino que copia y, en todo caso, elabora combinaciones distintas con materiales ya existentes. Es la humildad científica la que nos permite progresar, el tener conciencia de nuestro permanente aprendizaje en contacto con los demás. Un genio es el que mejor aprovecha los saberes anteriores de los demás, con una nueva perspectiva y con una adaptación actualizada. De ahí la importancia de los clásicos, sin los que no existiríamos cultural y científicamente.

Y por último están los objetivos finales. ¿Para qué existe un partido? Para que el país funcione mejor. El partido político es el instrumento y el país es el objetivo final. Tomemos el ejemplo de Alemania tras las últimas elecciones. Ni la CDU puede gobernar en solitario ni el SPD tampoco. Pues bien, haciendo de tripas corazón, los dos partidos mayoritarios han pactado (en contra de su deseo) para que su país, y Europa, tengan posibilidades de salir adelante en esta complicada encrucijada actual. Esto es patriotismo constitucional y lo demás, retórica populista y demagógica.

¿Es esto pensable para España? Los politólogos nos contestarán rápidamente que en España eso no es posible. Pero busquemos una nueva perspectiva. ¿Qué pasaría si el PSOE permitiera que el PP aprobara los Presupuestos Generales del Estado con una serie de contrapartidas en aras del bien general? En primer lugar, que los insaciables nacionalismos catalán y vasco no nos sangrarían al resto de españoles. Y que España sería un país más homogéneo, sin plurinacionalidades ni derechos a decidir la secesión. Y lograríamos la igualdad en posibilidades de todos los españoles, sin desgarros ni escisiones. No haría falta ni coalición, solo apoyos puntuales. Ya haremos política partidista cuando España recobre un bienestar básico.

*Profesor de filosofía