Jugar bien al fútbol con continuidad en Segunda División, como se hace en Primera, con el balón de pie a pie, a ras de suelo, con precisión y velocidad, es una misión imposible. Es otra categoría, con otros futbolistas, la mayoría cortados por un patrón similar, sin condiciones ni capacidad para marcar diferencias de manera individual, por sí mismos. Hay pocos que lo hagan. El Real Zaragoza tiene a algunos de ellos. Pedro, por ejemplo. Nadie pone los balones parados como él. Son medio gol --excelente el trabajo táctico en esa suerte del juego de Ranko Popovic desde la temporada pasada, que ayer dio tres puntos más--. Y nadie en Segunda tiene a Hinestroza, ahora ausente por lesión, y a Jaime. El Jaime.

Nadie tiene dos hombres tan rápidos, capaces de zarandear la suerte de un encuentro de manera tan notoria como hizo ante el Almería el expreso de medianoche albaceteño. Durante casi todo el partido el Zaragoza mereció la victoria más que su rival, pero no fue hasta la aparición de Jaime cuando el encuentro se inclinó. De un centro suyo se benefició Ángel con su pillería de barrio para empatar y de su verticalidad por la banda derecha, siempre rompiendo líneas y sembrando el terror en los defensas contrarios, nació el 3-2. Falta, córner y gol. Jaime siempre busca el uno por uno. Encara, regatea, desajusta. Por eso es diferente. Un tesoro en esta Segunda.