Tienen razón quienes teorizan estos días que el régimen del 78 está moribundo y se inicia una nueva era política en España. Solo que no estamos ante ningún proceso constituyente, ni se produce empoderamiento alguno de la gente, ni parece posible resetear la Transición impulsándola hacia una democracia más rica y más participativa. No, queridos. Lo que de momento tenemos ante nuestros pecadores ojos es una revisión política pilotada por los poderes fácticos y la derecha de toda la vida, que quieren recortar (con la sartén por el mango) los excesos democráticos de hace 40 años. ¿Su objetivo? Imponer un nuevo sistema mucho más restrictivo en lo que se refiere a derechos y libertades, un Estado recentralizado y, en suma, un modelo institucional abiertamente autoritario, ajeno a las normas dictadas por el bueno de Montesquieu, y donde la opinión pública se configure a partir de axiomas dictados directamente por el partido hegemónico (que, si se trata del PP, podrá serlo con solo un tercio de los votos emitidos). Es lo que Rajoy viene escenificando estos días de canícula, veraneo y tomadura de pelo. Las personas sensatas (sobre todo si aspiran a ser intelectuales orgánicos) dirán en público que, bueno, tampoco es para tanto. Pero todos sabemos de qué va la vaina.

Por si quedaban dudas, el presidente en funciones, amo y señor del PP, protagonizó ayer una rueda de prensa en la que soslayó las preguntas, amonestó a los periodistas y exhibió su poderío. Había acordado con Rivera firmar el llamado "pacto anticorrupción", merced al cual serán precisamente los corruptos quienes enarbolarán la bandera de la regeneración en un alucinante mundo al revés. Luego, la amiga (de Mariano), Pastor, convocó sesión de investidura para el 30 de agosto, lo cual significa que, si Rajoy no cuela y es preciso ir a terceras elecciones, estas se celebrarían... ¡el 25-D, día de Navidad! Acojonante.

Es como si Fraga y el resto de los Siete magníficos volviesen para dominar España a su gusto, en un contexto internacional ultraconservador y con las izquierdas divididas y desconcertadas. Acabaremos añorando el 78.