Cuando a principios de este año el gabinete de estudios de la OIT presentaba el informe sobre las tendencias del mercado de trabajo del 2014, resaltaba tres cuestiones ;el paro en el mundo se ha incrementado hasta los 202 millones, la tasa mundial de desempleo aumentará durante los próximos cinco años como mínimo y los jóvenes entre 16 y 24 años seguirán siendo los más afectados con 75 millones de parados y una tasa de desempleo que triplica la de los adultos.

Aunque estamos acostumbrados a nuestras escalofriantes cifras de desempleo, leer estas proyecciones que solo recogen datos de estadísticas homologadas, es demoledor; si los trasladamos a nuestro país, tanto el 26% de paro arrastrado en los últimos tiempos como el 56% de nuestros jóvenes entre 16 y 24 años que están en esta situación, nos sitúa entre los primeros del mundo desarrollado. La frialdad de estos números cambia cuando acercándonos a ellos vemos que más de 850.000 (44.000 en Aragón) ni estudian ni trabajan y medio millón (13.000 en Aragón) son ya parados de larga duración al no haberse estrenado en ningún empleo.

Si continúan mucho tiempo fuera del mercado de trabajo, cuando la crisis amaine y se vaya recuperando empleo, tendrán la competencia de profesionales de más edad con experiencia acreditada y de otra nueva generación con conocimientos y herramientas más actualizados, recién salidos de las aulas, que pueden quitarles su sitio, ocasionando además de un desastre social y económico, un problema estructural al que será muy difícil dar solución, tanto por la frustración social, marginación, y dependencia familiar que origina como por la crisis de nuestro propio sistema de pensiones. Estas serían las primeras consecuencias del vacío generacional de un contingente de personas formadas que con distintas características pueden perder futuro sin haber visto su presente.

Buscar soluciones no consiste en invocar a la Virgen del Rocío como hace la ministra de Trabajo o animar la tournée de nuestros jóvenes por el mundo, como si fuesen unas vacaciones de la experiencia; para superar el problema es preciso tener una política de empleo diversificada, con recursos, proyectos, dedicación y riesgos, desarrollando lo bien hecho en nuestro país y adaptando lo que funciona fuera. No es igual el problema de un joven de 20 años con la FP acabada, viviendo con sus padres y demandante de empleo, que el de un trabajador de esa misma edad sin cualificación o el de quien tras emanciparse y crear una familia se ve obligado a volver con sus padres por no tener de qué vivir.

La crisis también manifiesta que el paro juvenil no es solo una cuestión de edad sino de desigualdad, de tener más o menos oportunidades según el origen social, la juventud se pasa con la edad pero el origen y la trayectoria de clase permanecen. El porcentaje de jóvenes que ni estudia ni trabaja cambia con el nivel de estudios, quienes tienen menos formación triplican a los más cualificados; unos y otros tienen en común que el paro es más importante que el salario y las condiciones de trabajo, pero las oportunidades de emplearse cambian con la formación adquirida.

Los jóvenes no son culpables de la crisis, dejar que sean los paganos de la misma es cruel y peligroso para nuestro sistema democrático; por eso, cuando en las campañas electorales reaparece el problema para olvidarse en cuanto terminan, estamos jugando con fuego. En Europa hay 6 millones de parados entre 16 y 24 años, con tasas muy dispares por países ( Alemania 6,7%, Francia 20%,Grecia 57%, España 56%...) desde el Consejo de Europa del 28 y 29 de junio del 2012 en el que nació un plan de rescate y un fondo de reactivación de 120.000 millones de los cuales 20.000 eran para empleo juvenil, solo se han definido los objetivos :"Asegurarse de que todos los jóvenes por debajo de los 25 años reciban una oferta de empleo de calidad, de aprendizaje, de prácticas o posibilidad de continuar la educación antes de que pasen cuatro meses desde que hayan perdido el trabajo o acabado sus estudios". Este Plan de Empleo de Garantía Juvenil se rebaja a 6.000 millones un año más tarde, a pesar del informe de la OIT pidiendo el 0,22% del PIB del área euro que supone 21.000 millones. ¿Qué queda de aquello? Según acuerdo del Consejo de Ministros (21-III-2014), España prevé 1.600 millones de este plan para gastarlos en este y el próximo año, menos de la mitad de lo inicialmente previsto.

En más de dos años el consejo ha saneado bancos, rescatado países, intervenido en la política económica de sus países miembros, limitado el déficit, supervisado nuestros presupuestos... pero solo se ha ocupado del tan "alarmante problema de los jóvenes europeos" según Merkel, para reducir el presupuesto y dilatar su puesta en marcha, una nueva muestra de la doble vara de medir que se utiliza en el Consejo de Europa.

Al final tendrán razón aquellos que dicen: "Lo que une a los políticos con sus votantes no es la esperanza sino el espanto".