Las Veinticinco propuestas que ha lanzado el Departamento de Educación con el objetivo de mejorar la enseñanza aragonesa son un reflejo del catálogo de actuaciones que ya difundió el de Sanidad. La lista incluye propósitos dispares, enunciados de manera muy vaga y sin definición alguna de cómo van a ser puestos en marcha. Del documento se desprenden sólo dos evidentes intenciones: ampliar los conciertos con centros privados incorporando la educación Infantil y el Bachillerato, y, al tiempo, establecer un plan de ajuste en los centros públicos donde, según parece, habrán de mejorar el nivel con menos recursos. Así de fácil.

Es loable que el Departamento dirigido por Dolores Serrat quiera reducir el abandono y el fracaso escolar, quiera formar mejor a los alumnos y aspire a usar de forma más eficiente los fondos públicos invertidos en educación. Todo esto, por cierto, hubiese requerido un análisis mucho más profundo y concreto que el dado a conocer ayer a bombo y platillo con la presencia y colaboración de la presidenta Rudi. Los problemas que arrastra el sistema formativo aragonés (y el español en general) no se van a resolver con enunciados simples y salidas de cajón. Hacer del blingüismo una realidad docente, extender y desarrollar el uso de soportes informáticos o atender las necesidades específicas de los alumnos e interesar a los padres son desafíos que requieren programas muy bien estructurados y medios para convertirlos en realidad. Y de eso no hay nada en las Veinticinco propuestas.

Llevar a los alumnos de FP a las empresas queda bien en el papel, pero hoy por hoy es sólo una aspiración teórica... ¿cómo llevarla a la práctica? Apoyar el liderazgo de los equipos directivos o mejorar la selección del profesorado son objetivos plausibles... mas para alcanzarlos será necesario algo más que palabras. Y la autoridad de los docentes tampoco se va a lograr equiparándolos a los policías.

El PP maneja los temas de sanidad y educación con demagogia y el indisimulado deseo de convertir ambos servicios públicos en un negocio privado. En los papeles promete una nueva era educativa, en sus acciones ejecutivas suspende oposiciones, recorta presupuestos y acosa a las asociaciones de padres.

Puede estar bien devolver los exámenes de recuperación a septiembre o diseñar de otra manera las ayudas para libros o comedores escolares. Pero hacer política en la enseñanza es más, mucho más, y exige más inteligencia y más esfuerzo.