Que la literatura centroeuropea tiene sus propias claves es algo en lo que no hace falta insistir. Desde la aparición del planeta Kafka, un poco el padre de la mayoría de ellos, autores espléndidos se han sucedido en las labores de introspección de la naturaleza humana. Literatura ontológica, sí, existencial, pero también humorista y a ratos surrealista.

Hay un autor, Hans Lebert, austríaco, apenas conocido en nuestro país, que comulga un poco con todas esas claves. Su monumental novela, La piel del lobo , editada en España por Muchnik Editores, y primorosamente traducida por Adan Kovacsics, bebe en las fuentes kafkianas, en el Lobo Estepario de Hesse, en Walser y, desde luego, en la pléyade de escritores austríacos que convirtieron la Viena de entreguerras en una cumbre creativa y estética. Sin embargo, al mismo tiempo, La piel del lobo presenta interesantes novedades estilísticas y arquitectónicas, o estructurales, que merece la pena comentar.

Lebert construye desde las primeras páginas un extraño escenario, de ambiente gótico y policíaco, en el que los personajes se mueven como impulsados por palancas psicológicas autóctonas; sus reacciones y relaciones, el flujo de sus pensamientos, su tránsito por el erotismo y el terror no recuerda a ningún otro elenco. Si acaso, a ciertos personajes del posterior Tambor de Hojalata , de Günter Grass.

El autor nos sumerge en una atmósfera cerrada, montañosa, de bosques y nieblas, y de pequeños pueblos (el principal se llama Schweigen, que quiere decir silencio) donde conviven personajes fuertemente simbólicos: el marinero, el fotógrafo, el tabernero, un inspector que, a medida que se van produciendo los hechos sangrientos, deberá aplicar a su solución una mezcla de lógica deductiva y experiencia pedánea. Hay pasajes, capítulos enteros, en los que se ignora o no se adivina con precisión dónde concurre la acción, si en esos caminos barridos por la nieve o en el interior de la mente de los protagonistas. Lebert maneja con maestría esa catarsis entre las paredes exteriores e interiores de su novela, borrando las pistas constructivas, de la misma manera que su asesino se esfuerza por difuminar la autoría de sus actos.

La piel del lobo , gracias a su mistificación de géneros, literatura religiosa, fantasmagórica o de terror, y también de intriga, fue saludada por Elfriede Jelinek como "la primera novela radicalmente moderna de la posguerra y una de las grandes novelas de la literatura universal".

Elogios excesivos, quizá, pero no completamente injustos. Elías Canetti, Ernst Fischer y Heimito von Doderer, entre otros escritores, alabaron asimismo el trabajo.

Sobrino de Alban Berg y cantante de ópera en su juventud, Lebert, autor de otra novela, El círculo de fuego , dedicó diez años de su vida a confeccionar las más de seiscientas páginas de La piel del lobo . Libro y literatura (pues lo es) que habría de tener una sustancial influencia en las letras austríacas contemporáneas, especialmente entre los muy conocidos, y justamente alabados, Peter Handke y Thomas Bernhard.

*Escritor y periodista