En el ecuador de la legislatura, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, del PSOE, ha pactado la entrada en su Gobierno de dos dirigentes de Podemos. Se trata del primer pacto de estas características a nivel autonómico. Los acuerdos entre las dos formaciones han tenido una formulación desigual en el ámbito local, mientras que sus relaciones a nivel estatal han sido tormentosas, tanto en la legislatura fallida como en la moción de censura al reelegido Mariano Rajoy. Con estos antecedentes, la fórmula inaugurada esta semana será analizada con lupa para explorar la viabilidad de acuerdos similares en otras instituciones. Se da la circunstancia de que los dirigentes directamente implicados, García-Page y José García Molina, eran hasta hace poco acérrimos detractores de una iniciativa como la que acaban de poner en marcha, pero ya se sabe que la paz siempre la firman los duros.

A escala española, a Pedro Sánchez lo que pase en el Gobierno de Toledo le servirá para reforzar la propuesta con la que ganó las primarias en el PSOE: garantizar la primacía del partido en el espacio de la izquierda para llegar a acuerdos con Podemos. Si el voto de los militantes le sirvió de aval para doblegar las reticencias de los barones, ahora tiene la oportunidad de consolidar sus buenas expectativas en las encuestas con los éxitos de la fórmula capitaneada por García-Page. Para Podemos, en cambio, esta es una operación de alto riesgo. A nivel local ha primado los pactos que le permitían liderar los gobiernos municipales con el PSOE como partido subsidiario. Esa estrategia, junto a la pugna de Iglesias con los líderes del PSOE en el Congreso, servía para inocular en la opinión pública la idea de la lenta pero inexorable sustitución del PSOE como principal partido de la izquierda. Ahora Iglesias ha autorizado lo que propugnaba Íñigo Errejón: primar la expulsión del PP de los gobiernos antes que la pugna partidista. Con esta operación, Podemos corre el riesgo de que le ocurra lo mismo que le pasó al PCE de Santigo Carrillo en tiempos de Felipe González, al aparecer como una simple muleta de los socialistas. Pero lo cierto es que la izquierda, por ahora, en España no tiene otra vía para acceder al poder que a base de llegar a acuerdos; eso es lo que desean los votantes de una y otra formación. Esperemos que la realidad no malbarate esa ilusión.