César Láinez es la solución que el Real Zaragoza quería no anticipar, trampeando con una victoria aquí y un empate allí hasta alcanzar la permanencia sin sofocos en junio, y que precipitó la acumulación imparable de malos resultados y, sobre todo, la alerta roja tras el catastrófico final de partido contra el Sevilla Atlético y la absoluta desidia e impotencia del equipo en la primera parte. Lo que ocurrió en los esperpénticos últimos siete minutos en La Romareda fue la confirmación de que el plan, cosido con pinzas desde hacía muchas semanas porque la confianza en Raúl Agné era efectivamente nula, iba a saltar por los aires. Esa insólita paradoja (nadie quiere al entrenador, pero el entrenador continúa) detonó el domingo.

Alarmada por el grotesco espectáculo ante el filial del Sevilla, la SAD activó el plan B, una idea de tan larga tradición futbolística como promocionar hasta el primer equipo al responsable del filial. Láinez no tiene más experiencia que la adquirida en la Ciudad Deportiva, pero con él el club pretende empezar a reconstruir una estructura de cantera de técnicos fiables con capacidad para liderar empresas de un perfil de tanta dificultad como la actual u otras que no tengan estos condicionantes. Hombres de la casa. Figuras similares a la que en su momento representó Luis Costa con impagable servicio y gran éxito. Láinez está al principio de su camino. Como con todos, los resultados y el tiempo medirán el alcance de su repercusión y si lo que el Zaragoza ambiciona con él se hace realidad o también queda hecho añicos.