Se debate sobre el estado de Zaragoza al tiempo que las mismas fuerzas políticas implicadas andan dándole vueltas a los presupuestos aragoneses. La constante polémica en el ayuntamiento (donde se intenta convertir a ZeC en responsable de todas las decisiones erróneas o sospechosas tomadas antes del 2015) se entrelaza con la extravagante relación entre Lambán y Echenique, cuya disputa sobre los presupuestos del año próximo oscila entre el surrealismo y el disparate.

PSOE y Podemos se mascan pero no se tragan, se miran de reojo repletos de desconfianza mutua, se dicen aliados (hasta cierto punto) pero actúan como rivales (sin tregua ni compasión). Encabezados ambos partidos por personajes de escaso carisma, sus constantes rifirrafes se despliegan ante el respetable como una extravagante abstracción, una fantasmagoría. Al fondo, a la derecha, el PP se frota las manos esperando que las izquierdas (incluyan a CHA e IU-PCE) se despellejen mutuamente. No es que los conservadores tengan jefas/es más sobresalientes, qué va. Pero como los otros les hacen el trabajo, con repetir fervorosamente los argumentarios y las patrañas al uso les basta y les sobra.

Santisteve ejecutó ayer, en el debate sobre Zaragoza, un discurso largo (¡una hora y tres cuartos!), disperso y espeso, donde los lugares comunes se impusieron sobre los apuntes mas interesantes. Lambán, invitado al recital, sesteaba. Veinticuatro horas antes, él y el alcalde habían escenificado cierto acercamiento tras año y medio de reparos y citas fallidas. Claro que el presidente aragonés también tiene que vérselas con Echenique. Ambos juegan al escondite sin que su mutua persecución alumbre una idea concreta, un dato, una cifra... un algo.

El PSOE ha llegado al extremo de simultanear el tramposo racaneo que aplica el Gobierno autónomo al Ayuntamiento de Zaragoza... con la exigencia de que esta última institución incremente en cincuenta millones su capítulo de inversiones.

Y el pobre Santisteve, leyendo folios sin parar.