El nuevo presidente de Aragón, Javier Lambán, tuvo el detalle de invitarme a su toma de posesión y muy gustosamente asistí al acto de La Aljafería.

Que resultó muy interesante por varios motivos.

Sobre todo, por el discurso de Javier Lambán.

Pronunciado sin papeles, para empezar, lo que en situaciones tan solemnes no resulta sencillo ni siquiera para un orador avezado. Y menos si se pretende vertebrar, como fue el caso, una intervención bastante extensa, en la que hubo referencias a la mayoría de los sectores sociales y productivos de Aragón. Con un mensaje hondo y emotivo, directo a la raíz, invitándonos a los aragoneses a esforzarnos por aragonesizar España, exportar talentos y talantes, salir, invertir, no dejar las cosas como están, nunca más meramente quedarnos encerrados en ese corralito de autosuficiente autocomplacencia, autocrítico y autodestructivo. Abrir puertas, ventanas, airear...

Lambán no olvidó a su socio de investidura, Podemos, en el capítulo de una política social más próxima y sensible con los menos favorecidos, y tuvo en sus palabras referencias que fueron gestos de identidad política hacia su partido y la autonomía de Aragón, denotando un aragonesismo nada victimista y susceptible de transformarse en elementos progresistas de gestión. Guardando, eso sí, las reivindicaciones para el Gobierno central, con quien pidió trato igualitario y fluidez comunicativa. Esto es, una relación de igualdad, lealtad y eficacia.

Como político, vi a Lambán muy crecido y seguro de sí mismo, con una imagen convincente, buena dicción, dominio del escenario y una oratoria ajustada, a ratos técnica, otros pasajes con bucles de contenidos más intelectuales, incluso golpes de humor como el que le llevó a parafrasear a Joan Manuel Serrat ("Y qué le voy a hacer, si yo nací en Ejea de los Caballeros", bromeó). En los últimos tiempos, desde la última campaña, Lambán ha dado un fuerte estirón.

Al término de su intervención, y tras el himno de Aragón, me acerqué a saludarle y a desearle suerte.

La va a necesitar, obviamente, pero cuando salí de La Aljafería lo hice, dentro mi natural reserva, esperanzado, y más convencido de que vamos a tener un buen presidente que cuando dio comienzo el acto de toma de posesión.