Los aspectos más destacados de los resultados electorales del 26-J en Aragón han sido sin duda la victoria clara de la coalición PP-PAR en las tres circunscripciones y el mal resultado de Unidos Podemos en la capital aragonesa, con un incremento de votos sensible a favor de un PSOE que poco a poco va recomponiéndose como principal referencia de la izquierda en la comunidad. Los datos fríos quizás no pongan de relieve los cambios, pues el reparto de escaños ha sido idéntico al del pasado 20 de diciembre. Sin embargo, hay sutiles diferencias que marcarán la política institucional y las relaciones entre los partidos durante los próximos meses.

Con el gobierno del ayuntamiento en sus manos, a Zaragoza en Común (ZeC) podían sucederle dos cosas: que los votantes premiaran o castigaran la gestión llevada a cabo durante el último año. Y ha ocurrido lo segundo. Desde que tocara techo en mayo del 2015, con el 24,57% de apoyos populares en las elecciones municipales tras las que Pedro Santisteve resultó elegido alcalde la coalición de partidos articulada en torno a Podemos y a Izquierda Unida no ha hecho más que perder votos hasta quedarse con un 21,87% de las papeletas emitidas el domingo en la capital aragonesa. No se trata de un porcentaje desdeñable, pero sin duda es menor del que esperaba un equipo que gobierna la ciudad con una notable soledad.

Zaragoza en Común no puede caer en el error de atribuir la disminución en el número de votos a favor de Podemos e IU a un fenómeno nacional. Suena a pretexto pensar que todo se debe a que ha funcionado el voto del miedo o al efecto del brexit, como sugirió la noche de autos el candidato Pedro Arrojo. También en la campaña del 2015 el PSOE y, sobre todo, el PP fueron muy críticos dibujando la idea de que el neocomunismo podía apoderarse de las instituciones y entonces no funcionó esa amenaza.

El estancamiento de Unidos Podemos tiene que ver con la pérdida de esa fascinación por lo desconocido de la que en su momento se benefició, tras una etapa en la que la gestión convencional parecía insuficiente para enderezar el rumbo. Se ha perdido el factor sorpresa, sin proyectos nuevos y sin que ZeC haya mostrado consistencia en la gestión de conflictos, como se demostró en la huelga de bus más larga de la historia. ¿Consecuencia? Unidos Podemos solo ha sido la fuerza dominante en el distrito de Torrero, perdiendo la preponderancia que tuvo en otros barrios. La virtualidad del pacto del partido de Pablo Iglesias e Izquierda Unida, con la presumible suma de votos, era apenas una teoría. ZeC debe hacer autocrítica porque el cambio (de la emergencia social a la sonrisa) no ha funcionado.

El principal beneficiario de la catalepsia de Podemos en Aragón ha sido un PSOE renacido de sus horas más bajas, vividas hace ahora un año. Se ha recuperado sustancialmente en la capital aragonesa, donde ha logrado de media cinco puntos más que en las elecciones municipales y autonómicas de mayo del 2015. Y comparando con el 20-D, los socialistas han obtenido 6.000 votos más. Son segunda fuerza con claridad, probablemente beneficiados por votantes aragonesistas de izquierdas que han podido refugiarse en la papeleta del PSOE al no concurrir Chunta Aragonesista con listas propias.

La perspicacia de Javier Lambán para alzar la bandera del aragonesismo con naturalidad y firmeza ha dado sus frutos, unida a una campaña muy activa en la que han jugado un papel preponderante tanto el presidente aragonés como la candidata Susana Sumelzo, más resuelta y audaz, aprovechando su proyeccción como miembro destacado de la Ejecutiva federal socialista de Pedro Sánchez.

En función de las negociaciones para la formación de gobierno, con la previsible designación de Mariano Rajoy como único candidato a presidente con posibilidades, es muy probable que Podemos endurezca su acuerdo con los socialistas aragoneses. No es descartable que Pablo Echenique solicite la entrada del partido morado en el Gobierno o, como mínimo, busque un pacto de legislatura al que el presidente aragonés se muestra proclive, según manifestó en la última entrevista publicada en estas mismas páginas con motivo de la festividad de San Jorge.

Respecto del resultado del PP, es probable que Aragón haya vuelto a ser el Ohio aragonés que un día fue. En su coalición con el PAR, reeditando programa y candidatos de diciembre del 2015, ha obtenido más votos en las tres provincias, con un incremento de entre casi el 4% y el 5%. La lectura fácil sería pensar que se trata del porcentaje que se ha dejado Ciudadanos, pero no. El crecimiento es superior. La formación de Albert Rivera cae en Aragón entre uno y dos puntos porcentuales; es decir, bastante menos de lo que incrementan sus votos los populares.

Con estos datos sobre la mesa y la previsible etapa de gobierno nacional en manos del PP , la renovación de los conservadores aragoneses debería ser tranquila. Más difícil lo tiene el PAR, que pese a mantener una razonable cuota de protagonismo en la campaña electoral, se cobra un escaso precio de su apoyo, con dos únicas actas de senadoras, las de Belén Ibarz por Huesca y Rosa Santos por Zaragoza, con nulo peso orgánico para la formación de Arturo Aliaga.