Hace unos días escuchaba como el empleado de una caja de ahorros, le explicaba a su cliente, el porqué de los 25€ semestrales de comisión de mantenimiento en su cuenta: --«Le mandamos una carta, donde le explicamos que con un saldo medio inferior a 500€ tendría que pagarlo». A lo que la anciana respondía:

--«¿Cómo voy a hacerlo si mi pensión no llega a los 600€?”.

--«Eso lo explicamos ya en la carta».

--«¿Dónde?», repetía impotente.

--«Al final, en el último párrafo».

--«Si no entiendo los primeros como voy a entender la letra pequeña», protestaba.

Nuestra vida está plagada de letra pequeña incomprensible muchas veces y contradictoria las más: en los contratos bancarios, pólizas de eguros, finiquitos, pólizas de accidentes o de vida, tarjetas de débito, billetes aéreos,hipotecas para la vivienda ,créditos al consumo, preferentes, actos jurídicos bancarios, recibos de luz o gas, etc. De su opacidad han surgido algunas de las demandas que más desconfianza están causando en el sistema financiero y otras muchas empresas con él relacionadas. Da la impresión que algunos buscan en la complejidad del incomprensible folleto farmacéutico, el referente para justificar cobros abusivos. Parapetados en grandilocuentes y astutas redacciones, esquilman a los más débiles ocultando sus propias vergüenzas. Solo cuando el abuso y el exceso se extralimitan nos enteramos de la arbitrariedad.

Son muchas las actividades de la vida donde se aprovecha la buena fe, la confianza, el respeto a personas o instituciones para usurparla y utilizarla en su provecho.

Cuando las llamadas fuerzas políticas del cambio irrumpieron con la bandera de la transparencia, pensé que se acababa la letra pequeña de la política tradicional, que los pactos, acuerdos, confrontaciones, divergencias, iban a ser explicados con la naturalidad propia de quien cree en el valor de sus ideas y la capacidad de los electores para discernirlas. Al convocar la prensa en las primeras reuniones y a los ciudadanos alrededor de un banco en la plaza del Pilar, para seguir de primera mano las conversaciones para los futuros pactos de gobierno, capté la farsa.

Comprendí que llevar a tal extremo la transparencia política inhibe y encorseta los debates y las propuestas, empobreciendo los discursos para no decir nada y ocultar la necesaria información, como así fue. Porque la vida política también requiere de espacios de discreción. Obviarlos podría paralizar la actividad institucional en numerosas ocasiones, incrementando así las sospechas y desconfianza pública.

En apenas dos años, de aquellos «excesos» solo queda la anécdota, porque observando la actividad política en las principales instituciones aragonesas, Ayuntamiento de Zaragoza y Gobierno de Aragón, los movimientos de los partidos políticos empiezan a ser inescrutables: los mensajes, las descalificaciones, las recomposiciones de discrepancias, los enfrentamientos, las verdades a medias, tienen tantos claroscuros, tanta letra oculta que solo producen aburrimiento y hastío.

Renunciar a solucionar los problemas de los ciudadanos por librar una batalla interna por la hegemonía de la izquierda, es lo que percibo en algunas de sus actuaciones con los presupuestos, con las ordenanzas,con la municipalización de servicios externos, con el trato discriminatorio de funcionarios. La obsesión por sacar del tablero de la izquierda a uno de los contrincantes, se ha convertido en una obcecación irracional de alguno de los ediles del gobierno municipal contra todo lo que huela a socialista. Gastan tantas energías en ello, que les impide consolidar un liderazgo y ejercer el poder, para presentar un modelo de gestión desde la izquierda frente a los modos y maneras de una derecha , que tan solo con esperar y no hacer ningún desaguisado, puede encontrarse con el gobierno municipal sin despeinarse.

Seguramente los acuerdos para gobernar el Pignatelli y la plaza del Pilar fueron más voluntaristas que reales; la euforia de los nuevos y el atrincheramiento interno de los dirigentes del PSOE tras los catastróficos resultados, precipitaron mayorías para sobrevivir más que para gobernar, tanto en la región como en la ciudad. Hoy el Gobierno de Aragón es prisionero de aquellos actos. Porque no cerrando un acuerdo de gobierno con la transparencia y control de la cotidiana gestión, han dejado el enorme espacio electoral de Podemos vacío, obligándoles a llenarlo constantemente con aquello que más fácil les resulta: la confrontación, el desaire y la descalificación. La mejor forma de superar estas discrepancias es con la gestión, los proyectos, las ideas, la transparencia real, la seducción de las políticas comunes. Situarse con el argumentario de la confrontación en su mismo terreno es perder el tiempo y electores.

Decia una viñeta de El Roto .”Hay que saber distinguir entre las noticias falsas y las verdaderas mentiras.” Pues eso.