El viernes les llegó por fin a los grupos políticos representados en las Cortes de Aragón el borrador de presupuestos elaborado por el Gobierno de la Comunidad. Con anterioridad, el presidente Lambán venía culpando a Podemos de boicotear la aprobación de las cuentas. Pero... ¿cómo podían Echenique y los suyos negociar, aceptar o rechazar algo que, obviamente, desconocían? Claro que, por otra parte, la revuelta formación morada no cesó en ningún momento de rechazar la opción de sentarse con los socialistas y plantear alguna orientación, alguna exigencia o cosa alguna. En un absurdo juego de toma y daca de cara a la galería, las dos formaciones que se disputan la hegemonía en la izquierda parecen incapaces de dialogar con un mínimo de lealtad mutua y coherencia. Y cuando acuerdan algo, lo hacen después de mil vueltas y revueltas, tarde, mal y forzadas por las circunstancias. Como ha pasado una vez más en el Ayuntamiento de Zaragoza. También allí los presupuestos. Qué regalo para el PP.

Si al final han de ponerse de acuerdo, ¿a qué vienen tantos desencuentros, zancadillas y putadas? La opinión pública no entiende nada. Las escenificaciones que han precedido al pacto (circunstancial y repleto de recelos mutuos) para despejar el camino a las cuentas municipales en el Consistorio cesaraugustano han desgastado tanto al PSOE como a Zaragoza en Común. Es difícil entender por qué aquel partido asume todo el argumentario de la derecha a la hora de defender la contrata de servicios con empresas privadas, y por qué esta plataforma se empeña en acelerar la municipalización de dichos servicios sin fundamentarlo bien y sabiendo que no logrará tal propósito si los socialistas (y CHA, ojo) no están de acuerdo.

Esto no hay por donde cogerlo. Existen diferentes versiones sobre los motivos de semejante lío. Es evidente que PSOE y Podemos no quieren entenderse. Están obligados a ello si quieren hacer frente a un PP al alza y que ya tiene a Ciudadanos de su parte. Pero se empeñan en escenificar enfrentamientos y en teorizar, contra toda lógica, hegemonías inviables y sorpassos imposibles.

O tal vez no pueden coincidir en casi nada porque sus estrategias difieren radicalmente. O porque se consideran absolutamente incompatibles.

En Aragón, si hablamos del Gobierno autónomo, aparece una tercera posibilidad: los socialistas no saben elaborar unos presupuestos de nuevo tipo, más realistas, más transparentes y más sujetos a prioridades y proyectos razonables; los podemistas, a su vez, ignoran cómo analizar las cuentas y darles algún tipo de alternativa técnica y socialmente posible.

Mientras, los portavoces del PP (secundados siempre por Ciudadanos) sobreactúan hasta caer en el histrionismo (demagogia barata, indignación supérflua, catastrofismo desaforado) no ya para impresionar al hastiado votante, sino para hacer méritos ante su propio partido. No sea que en las próximas elecciones, cuando los sillones de mandar estén a punto de caramelo, alguien les desplace en las listas y les deje sin premio. Impresionante.