Días extraños los que vivimos, en lo que a meteorología se refiere, y no sólo en el sudeste de España que llueve barro sino en el resto del mapa peninsular, pues el barro también salpica la realidad política española. Rajoy y Puigdemont, que ni confirman ni desmienten su supuesto encuentro furtivo en el que hablaron de todo menos de referéndum, por lo que se desprende de los comentarios posteriores de ambos, en los que alardean de que «las negociaciones ni están ni se las esperan», como afirma rotundo el president, una postura compartida por el presidente, que se atrinchera en su posición de no autorizar «un referéndum que liquide la soberanía nacional». En otros foros, Mas e Ibarretxe, los expresidentes catalán y vasco, hermanados en torno al lodo de la autodeterminación, hablando de la alta tensión entre Cataluña y España porque los catalanes no van a cesar su lucha hasta conseguir el referéndum. Mientras, baños de barro en el Palacio Real. Macri y el Rey compartiendo terapia y estrechando lazos en la primera visita de Estado a la que se le brinda los máximos honores con esa cenita de gala a la que los únicos ausentes fueron los de Podemos. Les van más otros fangos. Bastante tienen con el barrillo interno escenificado en el congreso en el tándem cainístico de moda Iglesias-Montero, que arrinconan en la trasera al examigo Errejón y a la exnovia Sánchez. Menos mal que acabamos de descubrir siete planetas similares al nuestro y nos queda el consuelo de enviar a algunas de estas estatuas de barro a colonizarlos.

*Periodista y profesora de universidad