Si para tener confianza en el descenso de los niveles de lindano en el río Gállego hay que estar pendiente del parte meteorológico es que la seguridad pende de algo tan aleatorio que da vértigo. Cada vez que llueve no puede ser que arrastre lindano al cauce y, si lo es, la gravedad aumenta porque el Pirineo tiene la pluviosidad que tiene, alta. Da la impresión de que las toneladas tóxicas que se intentan aislar, o una parte de ellas, no pueden ser contenidas de forma eficiente. Aguas abajo, los pueblos siguen sin poder beber del grifo. ¡Y dicen que no es un problema de salud pública!