La sospecha de que Mariano Rajoy incluiría en las negociaciones con Cataluña una subasta inversora en los próximos presupuestos del Estado se destapó ayer. El mismo día que el presidente de la Generalitat se dedicaba a poner a España de vuelta y media por el mundo, el jefe del Gobierno prometía una lluvia de 4.000 millones sobre la mesa de la red ferroviaria catalana durante los próximos siete ejercicios. Mientras el resto de españoles asiste atónito al espectáculo, desde Aragón apenas resta por exigir que en la pedrea no les caiga también a los catalanes un trasvase del Ebro.