La mítica muestra de arte contemporáneo que se celebra desde 1955, cada 5 años, en la ciudad alemana de Kassel, se exhibe, por primera vez en su historia, en dos sedes europeas. Se inauguró en Atenas y se amplía en Kassel hasta el 17 de septiembre. Si la primera Documenta tuvo como objetivo volver a dar visibilidad a los artistas de vanguardia que habían sido rechazados por el régimen nazi, actualmente, según su director artístico Adam Szymczyk de Documenta 14 en Atenas, «esta iniciativa surgió con el mismo sentimiento de urgencia, dada la nueva guerra de las clases dirigentes contra la población mundial, contra las ideologías, contra las minorías…» Y aunque en su discurso abogaba por el optimismo e invitaba a ser explorada cual recorrido geográfico, la dificultad que tuve en Atenas para encontrar las instalaciones de la obras fue considerable. La información y la publicidad inexistente daban lugar a conocer solo lo expuesto en los espacios institucionales. Después de hacer el esfuerzo por hallar lo que buscaba sin conseguirlo y, siendo que la primavera y sus habitantes llenaban las calles de mezcolanzas entre actividades deportivas de saltos de pértiga y megafonías portátiles, opté por tomar un café de palmo en la plaza Syntagma y observar el devenir de la gente mientras me preguntaba hasta qué punto Documenta 14 sería capaz de hacer sentir a los ciudadanos lo que los directores y comisarios proclamaban en sus propuestas, justificando esta decimocuarta edición en Atenas. Tuve la sensación que poca. Grecia subsiste con una población empobrecida y con graves problemas de supervivencia. Su icónico Partenón apuntalado hasta los triglifos revela cómo está el país. Cuando Enrique Vila-Matas decía que Kassel no invita a la lógica, era por algo.

*Pintora y profesora