No sé cómo llamar a la fiebre o calentura que sufren los independentistas, a los que la realidad les provoca alucinaciones tergiversadas en pro de dar un discurso torticero. Esa lógica, ese sentido común, esa cultura, esa objetividad que se supone están en algún lugar del cerebro humano y que se depositan para no perder el juicio, cada vez los veo más ocultos y, ante ese manierismo, nada artístico, que desfigura conceptos y percepciones basados en la lógica, nos vemos inmersos en la desconfianza y en la inseguridad que generan los planteamientos de aquellos políticos, personas que a través de sus discursos pretenden, ingenuamente, convencernos de que la justicia en España no existe, de que el Gobierno constitucional ha dado un golpe de Estado, de que se están metiendo en la cárcel a presos políticos. Posiblemente Tim Harford diría que la lógica de Puigdemont y sus radicales está basada en los principios económicos más elementales: coste-beneficio, pretenden transformar su medio para satisfacer sus necesidades. Nuestro país que ha pasado por un terrorismo asesino, que hemos sobrellevado una crisis económica que nos ha dejado esquilmados, ¿ahora nos ponen en situación de jaque a todo un Estado constitucional? No toqueu els collons. Que en la pretendida pero no conseguida huelga general de estos días pasados, se haya permitido que bloqueasen las vías de circulación en Barcelona, es tener tragaderas. Me imagino la imagen que estamos dando en Bruselas con todos los «tíos y tías de la vara», seguro que Berlanga haría con ello una desternillante película. Si realmente se creen todo su discurso, están para reunirlos en algún centro de terapia ocupacional, desprogramar sus mentes confusas y erradicarles la locura que padecen. Sería una solución.

*Pintora y profesora