Hace década y media se lanzó el proyecto de abastecimiento de Zaragoza y su entorno con aguas del Pirineo de alta calidad. Sin embargo, el evidente objetivo político del momento, más allá de esa loable mejora de las aguas de boca, no era otro que involucrar a esa mayoría urbana que supone Zaragoza en la pretendida necesidad de recrecer Yesa, pieza clave en su momento para regular el trasvase del Ebro que, por entonces, se promovía desde Madrid.

El proyecto, ignorando los principios más elementales de racionalidad económica, extendió el pretendido privilegio de recibir aguas del Pirineo a municipios rurales en un radio de 50 kilómetros, mediante bombeos Jalón arriba, hasta la Almunia, o Huerva arriba, hasta Cariñena; con un coste de unos 2 euros/metro cúbico que Zaragoza debe pagar al 90%, al aplicarse un modelo tarifario pretendidamente "solidario" que reparte los costes entre todos.Y eso a pesar de que hay aguas de alta calidad accesibles, en los acuíferos de la sierra de Águilas y en el alto Huerva, que podrían distribuirse por gravedad.

En todo caso, la pieza clave del sistema era un nuevo embalse, la Loteta, junto al Canal Imperial, a la altura de Gallur, que podría llenarse con aguas invernales del propio canal, de notable calidad (como hoy se reconoce), y sobrantes del río Aragón, derivados desde el embalse de Yesa a través de los canales de Bardenas. Con sus 96 millones de metros cúbicos, este embalse garantizaba año y medio de abastecimiento a Zaragoza, perfilándose como la pieza clave de la regulación dedicho abastecimiento.

Sin embargo, desde el primer momento, la Fundación Nueva Cultura del Agua planteó públicamente los problemas que podría generar el sustrato de yesos del vaso del embalse. En su día, el principal argumento usado para denostar la calidad de las aguas del Canal Imperial, hasta generar alarma ciudadana, no fue otro que el de su alta concentración en sulfatos. Sin embargo, almacenar en un vaso de yeso, durante meses o años, aguas de alta calidad, previsiblemente comportaría una disolución masiva de sulfatos y otras sales. La respuesta oficial de la CHE fue que todo estaba estudiado y que la disolución de sales en la Loteta sería pequeña e incluso mejoraría por mineralización esas aguas del Pirineo excesivamente puras para el uso de boca.

Hoy, una vez construida la presa y gastados casi 90 millones de euros (a falta de saber lo que costarán las obras que intentan cortar las actuales fugas), nos enteramos, con indignación, que la Loteta está de facto desechada para esas funciones de regulación del abastecimiento de Zaragoza porque, en efecto, se ha comprobado una disolución masiva e inaceptable de sales que cuadruplica la concentración de sulfatos del canal.

La imagen escandalosa del fiasco la ofrecen hoy las instalaciones del cámping que allí se construyó (al parecer con fondos europeos), hace apenas unos años, dentro del plan de pretendida compensación territorial. No quedan ni las baldosas.

Sin embargo, Zaragoza tendrá que pagar el embalse (si no lo evitamos), porque somos, sobre el papel, sus usuarios centrales. Previsiblemente, una vez que se completen las obras de reparación de fugas, nos exigirán unos 2 millones de euros/año, casi el triple de lo que pagamos a la CHE por usar las infraestructuras del sistema de Bardenas. De entrada, lo que si pagamos ya, al no disponer de la Loteta, es cerca de 1 millón de euros/año a la Comunidad de Regantes de Bardenas por utilizar el embalse de Laverné, aunque de facto apenas si se usa, ya que la mayor parte de los caudales llegan a Zaragoza en continuo, sin regulación alguna.

Zaragoza debe exigir a la CHE, en compensación, otros embalses o balsas, con una capacidad equivalente, que permitan regular las aguas sobrantes de Yesa y las aguas invernales del canal, que se preveía regular en La Loteta.

Y respecto a los casi 100 millones de euros de dinero público malgastado, me pregunto si aceptaremos y callaremos sin exigir responsabilidades a los responsables... Con la que está cayendo...

Profesor emérito del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza