Entrada la tarde, a Moncloa y Génova empezaron a llegar muy malas noticias. En Alemania ponían en libertad a Puigdemont y, a otro nivel, las evidencias sobre el hecho de que a Cristina Cifuentes le regalaron un máster mediante presuntas falsificaciones de documentos públicos dejaba definitivamente tocada la convención pepera del sábado en Sevilla. Mariano Rajoy siempre ha confiado en su infalible destino de español de orden. Pero ya perdió la apuesta en aquel momento infame tras los atentados del 11-M, y podría volver a fallarle la suerte si se empeña en retorcer esa cosa que tanto cita y recita: el sentido común (de los demás).

En los círculos conservadores se ha querido quitar importancia a lo de Cifuentes. Valiente tontería, dicen. Y para rematar la faena han arremetido con ninguna sutileza contra la universidad, sus títulos, los másteres en particular y la credibilidad de profesores, alumnos y administrativos de los campus. Una vez más, el PP pretende esconder sus yerros echando mierda sobre las instituciones públicas. La propia presidenta de Madrid, con un cara dura impresionante, dijo ayer: ¡ah!, muy bien, que decidan los jueces, claro que sí... pero no dimito. Morrazo.

Si Cifuentes fuese alemana, habría dimitido el primer día, en vez de mentir de manera descarada. Si el juez Llarena tuviese una idea mínimamente clara de cómo se manejan sus colegas del resto de la UE, habría remitido una orden de detención y extradición que encajase en el Derecho comparado, no un delirante relato de insurrección violenta muchísimo más inverosímil que el propio relato independentista.

A España se la vuelve a mirar de reojo. No parecemos ya un país plenamente europeo. De serlo, la presidenta madrileña estaría de vuelta a su casa, a la espera de lo que decidan los tribunales sobre su rocambolesco y desgraciado caso, y lo de Cataluña se hubiese resuelto a la manera canadiense o británica, poniendo en marcha una consulta allí donde está planteado el problema... y ganándola por las buenas. Pero no. ¡Ay, Mariano!, qué mala tarde.