La precampaña ya ha comenzado y cada partido empieza a diseñar su estrategia. Las nuevas formaciones, pero también las que han iniciado procesos internos de renovación, se disputan el cambio. Solo hay que ver el lema de la marcha convocada por Podemos para el próximo 31 de enero: "Por el cambio", o el del Congreso del pasado verano que proclamó a Pedro Sánchez como secretario general: "Cambiando el PSOE, cambiando España". Los populares, en cambio, apostaron en la convención nacional del pasado fin de semana por lo contrario: reivindicar el presente y el pasado de España. Este, dijo Mariano Rajoy, es "un gran país, uno de los más importantes del mundo" (que viene a ser lo mismo que decía otro gallego de El Ferrol) y puso como prueba los millones de turistas que vienen todos los años sin ninguna obligación. Pero el presidente todavía pronunció otra frase que resume mejor la consigna popular: "Hay que hablar bien de España". Solo le faltó decir que al margen de lo que piense cada uno. Porque hay quien parece, añadió, "que disfruta hablando de lo mal que están las cosas" e incluso lamentó que "mucha gente habla mal de su clase política". Esos, se entiende, son los malos españoles. No obstante, dice el sociólogo Jürgen Habermas, exponente de la Teoría Crítica y padre de la Acción Comunicativa que la crítica social y la reflexión son fundamentales para que el individuo tome conciencia de sí mismo, desenmascare las contradicciones sociales, reconozca aquellos elementos que le frustran, como la represión de las instituciones, y se emancipe poniendo en marcha acciones que transformen y mejoren la sociedad. Justo lo contrario.

Periodista y profesor