Una Junta militar asesina creyó asegurar su supervivencia apelando al patriotismo e invadió las islas Malvinas, bajo soberanía británica. Una primera ministra también en horas bajas envió una flota para recuperar el archipiélago y defender a sus habitantes y el derecho internacional. La victoria de la Armada británica frente a unas fuerzas de reemplazo y mal pertrechadas fue indiscutible. El monumental error de cálculo de Galtieri, Videla y demás esbirros acabó con la Junta. Desde entonces, Argentina tiene uno de los periodos de democracia más extensos de su historia. Desde aquel desdichado conflicto, los distintos gobiernos argentinos han manifestado su voluntad de reclamar de forma pacífica la soberanía de las islas, pero el interlocutor no responde. Tres décadas después se impone una negociación que ponga sobre la mesa los derechos de los isleños junto a los argumentos argentinos. Pero si hace 30 años solo había industria lanar en las Malvinas, hoy es más difícil que Londres se avenga a negociar cuando hay grandes perspectivas de la existencia de petróleo.