El ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Cataluña han decidido convocar para el próximo sábado una manifestación de rechazo a los atentados de la Rambla y de Cambrils con el lema «No tenim por» (No tenemos miedo) que la ciudadanía ha puesto en circulación de manera espontánea. Desde la misma convocatoria se ha dejado claro que era un acto «abierto a todo el mundo» porque lo que se quería expresar era un sentimiento unánime, sin atender a ideologías, religiones o sentimientos de identidad. Será sin duda una manifestación multitudinaria como lo fueron antes, en la misma ciudad, las que rechazaron los atentados contra Hipercor o contra Ernest Lluch o las que clamaron aquel «No a la guerra». Son días en los que las banderas y las siglas e incluso los cargos y los protocolos quedan a un lado. A esa manifestación habrá que ir desde muchas discrepancias pero con una misma voluntad de homenaje a la víctimas y de condena a los autores de esa salvajada. En este clima y ante la gravedad de los hechos no se entiende la salida de tono de la CUP intentando vetar la presencia del jefe del Estado en esta manifestación. Nada se contruye desde la exclusión y aún menos de quien tiene por misión representar a todos. No se trata de limitar a nadie, tampoco a la CUP, en sus críticas políticas sean a quien sean, pero lo que no se puede es emponzoñar un momento de dolor como el posterior a los atentados.