Lo anunció no hace muchos días, pero es evidente que lo venía reflexionando desde bastante antes; ya se sabe que las decisiones no meditadas generan disparates, pero ese no es lo que le pueda pasar a un hombre más reflexivo que impulsivo; Pizarro es hombre de acción con pensamiento, sin vacíos.

Una de las pocas cosas buenas que hizo Napoleón (sin duda porque no la hizo él, limitándose a encargarlo) fue el Código Civil francés; cuando estaban discutiendo su texto, que sirvió luego de referencia a muchos códigos europeos, los progresistas de entonces acusaron a Portalis, inspirador máximo de aquel, de ser conservador y poco propicio a introducir novedades, ignorando que la primera fuente del Derecho civil es la costumbre y que esta nace paso a paso, mediante un uso reiterado de reglas que el tiempo va puliendo.

Portalis aconsejó a sus contradictores que se guardaran de las novedades poco meditadas y que podían resultar errores atrevidos que como la pólvora, destruyeran el mismo lugar que iluminaban. A la razonable renuncia de Pizarro, es seguro que precedió una paciente reflexión acerca de lo que procedía hacer sabiendo incluso, que la política es un ajedrez en el que no todos se limitan a emplear solo las piezas reglamentarias.

En su día, en su día..., Pizarro aceptó la propuesta que el presidente del PP le hiciera para que concurriese como segundo suyo a las pasadas elecciones generales y fue tanta la insistencia personal que sobre él se hizo, que a la postre decidió generosamente, lo que a él menos le convenía, sacrificando de alguna manera el parecer y el sosiego de su familia y desoyendo asimismo, lo que le recomendaban amigos permanentes.

¿HIZO BIEN O HIZO MAL? Hizo lo que debía aunque no lo que le convenía y en eso consistió su grandeza. Su decisión fue aceptar finalmente, lo que con tanta persistencia y su poco de presura se le imploraba casi. Desde luego, no lo hizo pro domo sua.

Y cuando lo hizo, Pizarro ya tenía acreditado su valor por su preparación profesional y también, por el tino y la gallardía con las que afrontó el asunto Endesa. Entonces, desechó opciones personales muy apetecibles para el que solo soñara en enriquecerse y pensando en los otros, no les abandonó, sino que sirvió a su empresa y a sus accionistas sin defraudarles; era su deber.

Donde Pizarro no ha podido hacer política, ha sido, paradójicamente, en la vida que llamamos... política. Aceptó el reto de debatir con Solbes cuando este era vicepresidente del Gobierno y aunque en aquel encuentro televisado solamente un 37% le consideró vencedor (¡curiosa palabra!), el tiempo ha demostrado que era Pizarro quién dijo la verdad, anticipando el anuncio de lo que lo que ahora tenemos literalmente encima: un paro galopante en el camino de los cinco millones de desempleados, una inflación que escandaliza a la UE, una falta de competitividad y una balanza por cuenta corriente que, como dijo ya entonces, es la más desajustada de toda la OCDE... etc., etc. ¿Tenía o no tenía razón?

ERA DIFÍCIL y Pizarro lo sabía, que su adscripción a un partido político alcanzara éxito; no es sencillo ser hombre o mujer de partido; ya se lo dijo entre otros, el fundador de uno y ahora en suspensión de militancia, pero Manolo Pizarro quiso servir y no por otra razón, acudió a la llamada de Rajoy; ayudó cuanto supo, pudo y le dejaron y si no lo hizo en mayor medida, la razón no estuvo en él sino en las escasas oportunidades parlamentarias que le dieron (dos encargos en dos años...).

En la política no abunda la calidad ni los políticos idóneos para algo más que votar. Eso se compensa con la alta autoestima que tantos de ellos tienen, sintiéndose capaces hasta de ser ministros de la igualdad de género. Para eso, parecería que casi todos crean reunir méritos bastantes. Ahora, Pizarro se va dignamente de la vida parlamentaria, acaso (seguro no lo sé porque siempre se lo callaría), con el sinsabor de no haber efectuado lo que, siendo también preciso, no le pidieron que hiciese pero eso sí, con los deberes cumplidos, que no es pequeña cosa. Sería preocupante suponer que la política de los partidos no esté hecha para la gente preparada; sería muy preocupante pero eso es lo que parece.

Enhorabuena, Adela.