Hay un director deportivo de acreditada trayectoria en España, con un amplísimo catálogo de contrataciones brillantes en su currículum, que siempre explica sus apuestas de la misma manera. «Yo ficho buenas expectativas, el rendimiento que el jugador nos va a dar lo desconozco». El rendimiento, que es la directriz por la que se mide el acierto o el error en el deporte profesional, depende de decenas de variables, algunas de ellas imposibles de controlar. El contexto, la adaptación, la integración, el clima, la estabilidad personal, la situación emocional y familiar, la empatía, los estados de ánimo, la ciudad… Decenas de factores que condicionan el rendimiento.

Por eso, cuando ficha, un director deportivo ficha expectativas, capacidades y aptitudes. El rendimiento es una incógnita. Eso es lo que Lalo Arantegui ha vuelto a hacer con Marc Gual, al que empezó a cortejar en los primeros meses del año y al que finalmente enamoró con su propuesta en la primavera. Este diario desveló la operación el 17 de mayo y ayer, por fin, el club hizo oficial la cesión del nueve de referencia de este nuevo proyecto de ascenso. Se trata de una apuesta similar a la de Borja Iglesias: chico joven, con enorme proyección, calidad técnica, mucho hambre, grandes cualidades y habilidad para hacer gol. Una vez que la explosión de Loren en el Betis frustró su contratación por tres años, completamente apalabrada por el Zaragoza, Arantegui puso sus ojos en Gual, al que tiene la misma fe que a Borja. Saldrá bien o saldrá mal, ya se sabe que el rendimiento es impredecible, pero la apuesta es por convicción en las posibilidades del punta, un futbolista moderno, que juega bien fuera del área y capaz de finalizar con recursos, habitualmente con la pierna diestra. Es también un buen cabeceador. Hace un año Borja no había jugado en el fútbol profesional. Este verano costó diez millones. Ojo a ese ojo.