Por si el ambiente en Francia a pocos meses de las elecciones presidenciales y legislativas no fuera lo suficientemente impredecible y volátil, el portal Breitbart manifestó su interés por abrir una edición en Francia. A tenor de lo sucedido en las elecciones de EEUU, esto no es una buena noticia para (casi) nadie, especialmente teniendo en cuanta la guerra fría de la información que se libra en Europa. El pasado 14 de febrero, Richard Ferrand, secretario general del movimiento En Marche!, denunciaba en Le Monde, los ataques supuestamente venidos de Rusia contra el candidato Emmanuel Macron. Por su parte, el Gobierno francés, para luchar contra los rumores y teorías complotistas que circulan en las redes sociales, ha dedicado una página web, denominada On te manipule, destinada a instruir a los ciudadanos sobre los procesos de manipulación en las redes.

Aunque el frenesí de los medios de comunicación haga pensar que este es un fenómeno nuevo, no lo es y nos remite a los periodos más oscuros de Europa. El escritor Joseph Roth describe la utilización de la prensa en la Alemania prehitleriana a través de la figura del subteniente Theodor Lohse en el libro La tela de Araña: «Detrás de cada evento, por poco equívoco que fuera, percibía un velo que recubría misterios y disimulaba la realidad de los hechos (…) Cuando (el artículo) estaba impreso, ganaba seguridad y cuando tomaba la pluma, no dudaba de la exactitud de lo que se había propuesto insinuar con circunspección. Una vez releído el manuscrito, estaba completamente seguro y borraba los términos eufemísticos, los puede ser y todos los probablemente. Escribía como un hombre que había mirado detrás del decorado».

«A río revuelto, ganancia de pescadores», dice el refrán. Sobre estas aguas turbias son sobre las que Marine Le Pen, como Donald Trump, está queriendo imponerse como una alternativa a un mundo descrito como caos. El proyecto para el 2017, tal y como hace constar en su programa electoral, no deja lugar a dudas: recobrar una soberanía a nivel monetario, legislativo, territorial y económico, es decir, un referéndum sobre Europa; acabar con la «inmigración incontrolada», instaurar un «proteccionismo inteligente» y un «patriotismo económico». Términos vagos, pero también eslóganes atrayentes como los que impulsaron a Trump: seguridad, orden y golpe a las élites.

Según la última encuesta de Ifop, el 26% del electorado francés apoyaría a Le Pen, frente al 19,5% de Macron y al 18,5% por Fillon (solo el 14% votaría al socialista Hamon). Teniendo en cuenta estas cifras, cabría preguntarse seriamente, como en el caso de Trump, si la corriente de desinformación es la causa de que los ciudadanos se inclinen ante proyectos que cuestionan los pilares sobre los que se han construido las democracias occidentales en los últimos 50 años o, si no son más que una muestra más del deseo de acabar con todo.

*Experta en asuntos internacionales. Analista de Agenda Pública.