Ha habido bajas, es cierto, en listas o cuadros intermedios, que si Chacón por aquí, que si Vallejo por allá, pero en los carteles electorales, ninguna.

Los principales líderes, Rajoy, Sánchez, Garzón, volverán a presentarse al 26--J, pese a haber cosechado, los tres, malos resultados, y perdido el tiempo y yo no sé si la confianza de los españoles en el proceso de investidura.

En ese resignado continuismo y continuar de los partidos, de sus programas y listas, no hay que observar ni deducir, mucho me temo, el reconocimiento o felicitación por el trabajo bien hecho, sino el triunfo, o la imposición de los férreos aparatos internos, instrumentos, mientras no se demuestre lo contrario, al servicio de los presidentes y secretarios generales, que los nutren de fieles y medios, vigorizándose a su vez con su nutricia fidelidad.

Hace apenas unos días todo eran rumores sobre la continuidad de Pedro Sánchez, sobre si el PP invitaría a retirarse a Rajoy, para ser sustituido por un candidato/a más joven, Feijoo, Alonso, Sáenz de Santamaría... incluso, si José María Aznar iba a regresar al primer plano de la política, pero todos esos movimientos y fintas han quedado en nada.

También se tambaleó Pablo Iglesias, que a punto estuvo de ser arrollado por las mareas, pero salió airoso de su consulta interna, habiendo encontrado en el aragonés Pablo Echenique una tabla de salvación con la que no contaba desde el motín de Iñigo Errejón y su tablón de tiburones. Éste, más conservador y formal, encaja peor en el buque de Podemos que otros marineros más audaces, siempre indignados, y de los que no dudan en asaltar al abordaje otros barcos, otros partidos, aunque les pueda estallar la santabárbara.

El que luce de oficial al mando es Albert Rivera, siempre con sus blaziers, faltándole sólo el ancla y la botonadura de oro.

Su sueño de gobernar el galeón del poder termina allá donde empiezan sus pesadillas con Mariano Rajoy, almirante de la real escuadra, con quien no se lleva.

Rajoy insiste en mantener el rumbo, siempre la misma derrota, el mismo velamen, las mismas guardias, pero Rivera quiere explorar nuevas rutas, encontrar sus propios filones de ricas urnas y quién sabe si ser nombrado virrey.

Las estrellas dan para junio mar electoral muy picado.