Me conmueven las reacciones que suscitó el artículo que escribí en esta misma página, denunciando el intento unilateral de la Caja de no seguir cumpliendo los compromisos contenidos en su pacto con la familia Camón Aznar, pretendiendo acabar ahora y unilateralmente, con las obligaciones que asumió en contraprestación a las que aquel matrimonio había propiciado con su donación de cerca de un millar de obras de arte. Son tantos los que comparten las razones que expuse que veo que no son mías sino de muchos.

Cuando los mensajes recibidos son elogiosos o simplemente de adhesión a lo escrito, uno se siente acompañado. Gracias especiales a Gonzalo Borrás y a Leonardo Romero, ahora Profesores Eméritos de la Universidad zaragozana, por sus artículos sobre el asunto. Borrás teme que lo sucedido encubra "los pasos irreversibles que IberCaja ha dado en dirección contraria a la del proyecto del (verdadero) Museo de Goya" y que puede ser eso lo que se esconda. Leonardo Romero que como Gonzalo formó parte del Patronato que debía continuar rigiendo la Institución dado que jurídicamente, no ha sido disuelto sino orillado de modo unilateral, se declara "modestamente testigo" pero fue actor y nada secundario, de la fecunda actividad del Museo e Instituto de Humanidades Camón Aznar que "ha brillado durante muchos años en Zaragoza, en Aragón y mucho más allá".

Espero que se comprendan y acepten estas líneas como propias de una inquietud colectiva. Una transformación como la que intenta la Caja no puede hacerse válidamente "echando el trillo por las piedras" ni suponiendo que el asunto fuera privativo de la Caja, que no lo es.

Confío no sé si ingenuamente, en que la Caja (ahora Banco aunque espero que ello no resulte una agravante,) esté reflexionando "concienzudamente", palabra que alguna relación de parentesco guardará con la palabra "conciencia", acerca de cómo salir del embrollo en el que se ha metido y no por culpa ni de los herederos de Camón ni del firmante que nunca dijimos ni aconsejamos algo que permitiese incumplimiento ilícito alguno.

Nunca la Caja había faltado antes a la palabra dada y firmada en los años setenta, dicho sea en su honor. Ahora, sí; ahora la Caja (permítaseme seguir llamándola así,) da un paso que infringe la palabra dada y firmada en días más razonables por lo que es lógica la censura de esa actitud inexplicable y opuesta a lo pactado. Tanto el heredero, nieto de aquel matrimonio, como el que suscribe, queremos confiar en que los responsables de la Caja den marcha atrás, permitiéndonos a todos, que disculpemos tan grave yerro y que volvamos a las previsiones pactadas o que se puedan pactar.

Como es eso lo único deseable y lo único que jurídicamente se ajustaría a Derecho, si la Caja no rectificara seguiría en fuera de juego, empecinada en "mantenella", en vez de noblemente, "enmendalla".

No deseo "hacer leña" de árbol alguno ni opinar de manera que nos alejáramos del entendimiento preciso, a pesar de todo y pensando además, en lo que Aragón entero pueda sentir o decir, si la Caja prosiguiera el errado camino que tan inmotivadamente emprendió. Uno no sabe quién pudo recomendárselo siendo como es, un disparate legal que contradice los propios actos de la Caja. Y ese remedio tendrá que afrontarlo la Caja directamente con la familia Camón, acudiendo a un arbitraje o sometiéndose a las resultas de la acción o acciones judiciales que los Camón se vean obligados a promover para que en último caso, sean los Tribunales, los que declaren o reconozcan harto probablemente, que lo hecho por la Caja al margen de lo pactado con los Camón es nulo de pleno derecho. Si los dirigentes de la Caja opinan de manera distinta, sería muy útil que enseñaran en qué título legal se fundan.

Todos deseamos la paz pero en absoluto, podríamos aceptar los hechos consumados. Procuremos eso tan difícil que consiste en ser simplemente, personas de buena voluntad. Aragón siempre se mostrará agradecido a que se respete aquel Instituto con su biblioteca recobrada que ha servido para tantos buenos trabajos universitarios incluidas tesis doctorales y conservar también el nombre de cuyo museo no es el insigne Goya su único inquilino.