Los resultados de las elecciones autonómicas y municipales en Aragón no han deparado grandes sorpresas, ni conforme a los sondeos ni a esas encuestas pardas que manejan los partidos desde el escrutinio de sus propios votos.

Los dos grandes perjudicados han sido los dos grandes partidos, PP y PSOE, que acusan un desgaste compartido por el trasfondo de corrupción que ambos han venido soportando, o sufriendo, en el conjunto del país, con algunos relevantes casos asimismo en Aragón.

Baste como botón de muestra la demarcación electoral de Zaragoza capital, donde el PP ha perdido 5 concejales y el PSOE 4. Nueve ediles menos para el bipartidismo en declive. En las Cortes de Aragón, el PP pierde 9 y el PSOE 4; 13, en total.

Un tercer perjudicado ha sido claramente el partido de Rosa Díez, UPD, que ha pasado en menos de año y medio de mantener buenas, incluso excelentes expectativas electorales, a prácticamente desaparecer.

Previsible, asimismo, era la notable irrupción de los dos nuevos, novísimos partidos, Podemos y Ciudadanos, más urbanos, aún, que rurales, pero con una muy importante implantación en las principales ciudades, y con capacidad decisoria en las Cortes de Aragón y en un número importante de municipios de las tres provincias.

Respecto a los partidos de inspiración nacionalista, el Partido Aragonés de Arturo Aliaga y la Chunta Aragonesista de José Luis Soro, han resistido con dignidad uno de los peores embates a que han tenido que enfrentarse en los últimos años, en un momento adverso para cualquier reivindicación autonómica.

En esta ocasión, no sólo se enfrentaban a sus viejos rivales, más centralizados, populares y socialistas, sino a otros dos nuevos y peligrosos rivales, Podemos y Ciudadanos.

La circunstancia de que los idearios puramente autóctonos permanezcan vivos en un momento de drásticos cambios puede considerarse, al menos desde mi punto de vista, muy positivo.

También lo es la incorporación a la política municipal y al tablero, cada vez más complejo, del juego autonómico, con nuevas voces, más jóvenes, ilusionadas e ilusionantes, que creen en la existencia de un mundo mejor y en la posibilidad, ahora más cerca de la realidad, de llevarlo a cabo.