Entre los muchos logros del TBO se halla el de la lexicalización de su nombre para convertirse en un genérico. Un tebeo es, según la definición del diccionario, «una publicación infantil o juvenil cuyo asunto se desarrolla en series de dibujos». El TBO, pues, del que se ha celebrado el centenario, representa la propia esencia de lo que conocemos como historietas o bandas dibujadas, un emblema que ha sido, en estos cien años, espejo de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, un punto de referencia para la creación de un imaginario colectivo.

Nacido en Barcelona en 1917, ha transitado por diversas épocas. Siguió publicándose durante la guerra civil en la zona republicana y vivió un período de edición irregular en la posguerra a causa de las restricciones de papel y de las trabas burocráticas. Después, se erigió en el semanario de cómics más conocido y leído del país, con la contribución de dibujantes como Benejam, Coll, Muntañola o Sabatés, que crearon personajes inolvidables como Ulises, estandarte de la clase media, Eustaquio Morcillón, el profesor Franz de Copenhague o Josechu El Vasco. El humor blanco del TBO, entre costumbrista y estrambótico, marcó a muchas generaciones y encumbró a una escuela de dibujantes geniales. Cien años después de su nacimiento, su huella continúa vigente.

Artur Mas, expresidente catalán, se encuentra en el ojo del huracán después del testimonio de los saqueadores confesos del Palau de la Música de Barcelona, Fèlix Millet y Jordi Montull, en el que acusaron a la antigua CDC de financiación ilegal. En su declaración de ayer ante el juez, Montull implicó directamente en el pago de comisiones de Ferrovial al extesorero del partido, Daniel Osàcar, en la misma línea de lo que ya hizo antes Millet. A la espera de que hoy se explique con más detalle, Mas hizo ayer su primera referencia a las acusaciones para expresar su «plena, absoluta y total» confianza en Osàcar. Antes del apoyo público del antiguo líder de Convergencia (CDC) y actual presidente del PDECat, Osàcar había negado ante el juez las acusaciones de los exrectores del Palau. Así, el extesorero de CDC negó el entramado de comisiones a cambio de concesiones de obra pública que describieron Millet y Montull y declaró que su relación con el Palau de la Música se limitaba a convenios de índole cultural. La contundencia de Mas no diluye los negros nubarrones políticos que se ciernen sobre su figura. Las acusaciones de Millet y Montull, si bien es cierto que buscan mejorar su situación legal, exigen por parte de Mas un genuino ejercicio de transparencia, colaboración con la justicia y, si procede, asunción de responsabilidades. Plantear el tema como una cuestión de la palabra de unos contra otros ya no basta.