Esa regla de los signos que tuvimos que aprender en las clases de Matemáticas, puede aplicarse a funciones cotidianas en las que multiplicamos y el resultado se ve claramente negativo. Como es el esfuerzo que está haciendo el Ayuntamiento de Zaragoza por sacar adelante la segunda línea del tranvía, con ese: «Cada día, el tranvía y tú hacéis más por Zaragoza» o con la votación popular que va a poner en marcha para que la gente pueda elegir qué trazado le gustaría para la futura línea. ¡Pero que ingenuidad!, la mayoría querrá que pase cerca de su casa o que se aleje de su comercio. Esa supuesta línea tendría que ser proyectada por profesionales teniendo en cuenta la idiosincrasia de la ciudad, que no es otra que una configuración de movilidad erróneamente proyectada cuando se decidió quitar, a mediados de los años 70, las líneas de tranvía que funcionaban desde todos los puntos cardinales, al igual que los trolebuses, que poco se habla de ellos pero que eran un complemento perfecto en la época. Fueron transportes eficientes, sostenibles y con buenas conexiones. Todos estos valores que quieren añadir a la segunda línea de tranvía son una humorada. Si la primera línea ya fue mal concebida por su movilidad y diseño, añadir otra sería ese multiplicar por más, igual a menos. Aficionados, defensores del tranvía de Zaragoza, dense una vuelta por las ciudades de Varsovia, Budapest o Basilea y verán lo que es un buen transporte de tranvías: no se bloquean, pueden cambiar de vías, conviven con coches, circulan rápidamente, el interior se distribuye con asideros por doquier, tienen espacio para adentrarse en multitud de calles y llegan hasta el último barrio. ¿Esto es posible en Zaragoza?, no creo, las Matemáticas no engañan.