Hace casi ocho años, tras el batacazo financiero que dejó las economías mundiales con sus miserias al aire, el entonces presidente francés y por rotación de la Unión Europea, Nicolas Sarkozy, anunció a quién le quiso oír que había que refundar el capitalismo. Abogaba por la regulación y supervisión de todas las instituciones financieras y la eliminación de los paraísos fiscales. No hace falta pasar cuentas sobre el cumplimiento de semejantes propuestas, están a la vista. Sí que se pueden pasar sobre las consecuencias que han tenido en la ciudadanía en estos últimos ocho años. Al día siguiente del brexit, el mismo protagonista señaló que la UE puede funcionar sin los británicos, pero no puede funcionar como ahora. El presidente francés, François Hollande, también ha sido tajante exigiendo una resolución rápida para evitar el contagio y reclama el liderazgo de la refundación de Europa. ¿Igual que la del capitalismo?

Ante hechos impactantes se proponen palabras transformadoras, pero luego viene el detalle, el matiz, el compromiso, la fuerza de las presiones. Las aguas a su cauce. Conforme se acentúa el sosiego, el pulso se vuelve estable y lo conocido en casi refugio. ¿Solo en la UE? Tras el 26-J, las expectativas de los que fueron emergentes en la legislatura breve se han estancado (con siglas que no suman) o caído y de los dos clásicos uno mejora con aires de victoria y el otro tropieza un poco más. Pero las sumas vuelven a plantear un sudoku para formar Gobierno. Y Europa... pendiente del brexit. Periodista