La trágica muerte de una menor en un accidente nocturno de montaña no puede ser utilizada como arma arrojadiza contra los equipos de rescate de la Guardia Civil o contra la Administración autonómica aragonesa, por más que sea comprensible el dolor de la familia golpeada por el fallecimiento y del grupo excursionista de la adolescente. Emprender una marcha nocturna de rescate de varias horas hubiera tenido el mismo resultado que partir al alba con el helicóptero, como se hizo. De modo que menos críticas y más planificación y prevención, por descarnado que parezca decirlo así.