En la margen izquierda del Ebro, entre la desembocadura del río Gállego y el actual puente de la Z-40, se depositaron desde los años 70 vertidos industriales procedentes de la Fundición Rico Echevarría. Auténticos bloques de escoria que conservaban la estructura del molde donde se enfriaron. Pese a su aspecto entre pétreo y metálico, los análisis realizados por el Ayuntamiento de Zaragoza confirmaron que su composición no era perjudicial para el medio ambiente, así que se trituraron allí mismo, contribuyendo a asentar la mota artificial que se había ido generando. Hoy, la intervención sobre ese espacio compactado más el desbroce parcial de la desembocadura del Gállego ha permitido crear una senda de uso ciudadano. Las riberas siguen siendo lugares de atracción para el paseante que agradece su cuidado y extensión